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AEA Voz Educación Abierta

Hay mucha vida en la Educación española #CalmarEdu

La educación interesa a la sociedad, e interesa mucho. Los alumnos y los padres saben de educación, y por supuesto, los profesionales de la enseñanza y las instituciones educativas saben mucho de educación. Más allá de los legítimos debates partidistas, comerciales, corporativos o académicos que atraen la mayor parte de la atención de los ciudadanos; hay mucha vida en la educación española.

Los desafíos que trae consigo una sociedad en la que la capacidad de aprendizaje es ya el eje que separa la prosperidad de la pobreza, la relevancia de la exclusión, no se compadece con la gestión de las expectativas que estamos viviendo.

Para conmemorar el 70 aniversario de La Peste de Albert Camus podemos recordar la respuesta del doctor Rieux a la pregunta de los burócratas sobre si lo que estaba arrasando Orán era la peste:

«No es una cuestión de vocabulario, es una cuestión de tiempo»

En el proceso “Calmar la Educación” facilitamos un espacio abierto en donde se puedan escuchar las voces de todos los que se consideren afectados por la educación. Propiciamos un diálogo desde las experiencias con la única pretensión de generar propuestas transformadoras. Tenemos esperanza en la educación.

En la pasada jornada #CalmarEdu nos reunimos más de 100 alumnos, padres, profesores, académicos, periodistas… fueron muchas las preguntas que escuchamos, como fueron muchas las muchas propuestas que recogimos:

  1. Aprendemos dialogando
  2. Todos somos todos
  3. La familia dentro y fuera de la escuela
  4. Profesionales de la educación
  5. El espacio educa
  6. Curriculum y proyecto educativo de centro
  7. Medimos lo que valoramos
  8. El tiempo y los tiempos en el aprendizaje
  9. La política importa

Además al menos hubo tres enseñanzas que a ninguno de los asistentes les pasaron desapercibidas:

En primer lugar; el interés por dialogar sobre educación y contribuir a su transformación. Interés que viene determinado por la falta de espacios en donde el debate educativo se produzca sin manipulación. Todos los actores, pero de manera especial las familias, están buscando su lugar en la nueva relación entre aprendizaje y educación. Alegar indiferencia o resignación no se corresponde con la experiencia vivida.

En segundo lugar; el criterio de los alumnos. ¡Hasta cuando no dejaremos de sorprendernos cada vez que incorporamos a los jóvenes en los debates de la calidad de sus intervenciones! Un éxito de la escuela que les ha atendido y un fracaso de la sociedad que les ignora.

La tercera reflexión proviene del consenso detectado sobre el hecho de que el cambio educativo es un cambio cultural.

Es curioso observar que la negación de la necesidad de tomar medidas para la transformación de la educación proceda tanto de ideologías neoconservadoras (“Estamos en la era de la posverdad, pero también de la poseducación, de la educación entendida como espectáculo.”) como anticapitalistas (“No cabe otra opción que la de estar contra el futuro, contra los retos, contra los desafíos”).

En este proceso de cambio en el imaginario de aquellos que prejuzgan en las propuestas educativas que no coinciden con las suyas la intención de promover la superficialidad de los alumnos, la irrelevancia moral de su aprendizaje o la formación de consumidores acríticos en una sociedad neoliberal, aparecen los fantasmas de la eliminación del esfuerzo, la negación de la memoria, la exacerbación del individualismos, la búsqueda de la felicidad inmediata, el rechazo del conocimiento, la opresión de las evaluaciones, o la mercantilización de las competencias.

Mientras, cada día que se retrasa adaptar el sistema educativo a los desafíos de la sociedad del aprendizaje, la fractura social y la amenaza de exclusión para los que no accedan a una alfabetización que les capacite como ciudadanos del siglo XXI crece de manera insoportable.

Calmar la educación busca propuestas para ofrecer a cada cual la oportunidad de perseguir sus propios objetivos de manera libre y autónoma. Y a cada cual su tiempo. Más alumnos, más titulados, no pueden ser los indicadores de un sistema educativo que persigue hacer efectivo el derecho a aprender.

La dialéctica calidad–equidad, sobre la que se ha venido construyendo el discurso educativo hoy es incapaz de abarcar la complejidad de los desafíos a los que nos enfrentamos. El big data educativo o los proyectos de Smart Schools escapan a estos parámetros. Necesitamos nuevas prácticas, que redefinan la importancia de los detalles, los matices, las diferencias, lo local, lo excepcional, lo inaudito, lo inefable y lo invisible. Lo humano. Que protejan a los alumnos de cosificación, de su conversión en datos, en información comercializable.

Como tampoco nos sirve para diferenciar entre la educación que enseña a preguntar y la que enseña a responder. En “los mejores centros” con frecuencia queremos unos estudiantes que no cuestionen el orden establecido y que se relacionen con los conflictos que vivimos como si se tratara de problemas que esperan ser solucionados. El asunto es que con frecuencia las soluciones lo son para problemas que en realidad no tienen o para preguntas insuficientemente contrastadas.

La calma será motor del siglo XXI y también la esperanza que necesitamos. Esperanzarse es mostrarse capaz de anticipar lo por venir y comenzar desde ya a transformar nuestras condiciones actuales de vida. Calmar la educación quiere construir desde ahora lo por venir con sugerencias cuya aplicación es posible desde el primer momento.

Escuchemos a los afectados. Sin duda es el momento de abrir la sociedad al debate educativo, en tantas formas y en tantos lugares como seamos capaces.

Como señalaba Albert Camus,

«Puede parecer una idea ridícula, pero la única manera de combatir la plaga es la decencia»


Asociación Educación Abierta

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