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«Una cosa es hacer uso de la tecnología, y otra muy diferente es ser un estudiante digitalmente juicioso y competente.»

#CalmarEdu nº30. Debemos pasar del concepto de nativo digital al del estudiante digitalmente juicioso y competente. El mero hecho de haber nacido en un ecosistema plenamente digital no habilita ni capacita automáticamente a sus nativos.

Se podría caer en la tentación de pensar: los más jóvenes han nacido rodeados de tecnología, ergo, son “nativos digitales”. Así ya estaría todo hecho. Además, con su demostrada rapidez de aprendizaje, en muchas ocasiones parece que “lo llevan en el ADN”. Esta sensación puede incluso conducirnos a pensar que los adultos no estamos capacitados para poner en duda ese tópico, por lo tanto, no es necesario ayudarles a desarrollar esta competencia. Nada más lejos de la realidad.

Hagamos un símil: cualquier persona que haya tratado de correr de forma recurrente ha llegado a la conclusión de que “hay que aprender a correr”, o las lesiones llegan muy rápido. Con la tecnología y los más jóvenes ocurre lo mismo. Ese concepto de los “iluminados” no deja de ser engañoso. Una cosa es hacer uso de la tecnología, y otra muy diferente es ser un estudiante digitalmente juicioso y competente.

Empecemos por el principio. Según se han definido las áreas competenciales del Marco Común de la Competencia Digital Docente(1), se afronta el tema desde cinco ámbitos relacionados:

a) Área 1. Información y alfabetización informacional.

b) Área 2. Comunicación y colaboración.

c) Área 3. Creación de contenidos digitales.

d) Área 4. Seguridad.

e) Área 5. Resolución de problemas.

A partir de aquí, y antes de plantear cuáles son las competencias que los más jóvenes tendrían que desarrollar en el ámbito de las tecnologías, hay un concepto necesario a tener en cuenta: ser “digitalmente juicioso”. Para evolucionar en estas competencias, en primer lugar, es necesario desarrollar un espíritu crítico en relación al uso de las mismas.

En este momento se podría recurrir al concepto de Normalidad Supuesta Salud (2), que pone de manifiesto el peligro “de los malestares cotidianos, aquellos que la gente sufre y habitualmente no analiza ni cuestiona porque los considera normales”. Es decir, se trata de perpetuar en el tiempo una situación que genera estrés, molestia, incomodidad o desasosiego, pero que se considera normal porque le pasa a la mayoría de la gente, lo que conlleva su aceptación.

Vayamos al ejemplo práctico: “Todos tienen móvil o Tablet” o “Todos quieren ser youtubers”, son frases que quienes tenemos a jóvenes cerca hemos escuchado muchas veces; sin embargo, ¿es saludable que desde tan temprana edad cuenten con estos dispositivos y medios para comunicarse? En muchos aspectos estamos haciendo “mayores” a nuestros jóvenes, dándoles herramientas de adultos y esperando que se comporten como tales.

Esta es una de las razones por cuales desde Design for Change (DFC) promovemos el desarrollo del espíritu crítico y potenciamos la capacidad para cuestionar lo que tenemos alrededor. Para ello, una de las claves de la filosofía DFC consiste en no quedarnos con la primera solución, sino profundizar para asegurarnos que identificamos correctamente el problema. De esta manera, si logramos desarrollar ese “juicio” a la hora de utilizar las herramientas digitales, tendremos mucho ganado.

Hasta ahora, hemos abordado los inconvenientes o peligros del ecosistema digital para los jóvenes, pero ¿y desde el punto de vista de los adultos? A veces, resulta muy cómodo, porque mientras utilizan estos aparatos, “parece que no están”. Y yendo un paso más allá, otro de los problemas comienza cuando los adultos podemos llegar a no ser buenos ejemplos en el uso de las tecnologías de una forma “juiciosa”.

Lancemos la consabida pregunta: ¿qué está provocando en los jóvenes el uso de la tecnología? Aislamiento, dependencia, falta de estímulos… ¿Y si cambiamos “jóvenes” por “adultos”? Seguramente la respuesta sería la misma. Cuestionarnos el uso que les estamos dando, nos ayuda desarrollar ese espíritu juicioso.

Finalmente, un paso previo antes de entrar en las competencias, consiste en la necesidad de incidir en la importancia de considerar las nuevas tecnologías como un medio, y no como un fin en sí mismas. Un proyecto puede enriquecerse, y mucho, gracias a su uso; no obstante, cuando el objetivo de su utilización se convierte en el fin, pierde el sentido. Por desgracia, esta suele ser la tónica actual: libros que se sustituyen por Tablets sin un cambio metodológico claro.

Desde Design for Change, hemos podido observar cómo siguiendo los pasos de la metodología DFC, resulta viable aproximarse a esta cuestión. Veamos el desglose de las fases:

SIENTE: para fomentar la motivación en el proyecto y despertar los sueños de los niños y niñas que van a participar, en primer lugar, necesitan investigar sobre los posibles temas y focos de acción. Actualmente, existen herramientas para compartir información que pueden ser muy útiles. Así, se posibilita la identificación de información relevante en relación a la temática que se quiera trabajar, pudiendo además interactuar con otras personas a través de las tecnologías, para recabar los datos que sean necesarios. De esta forma, y con el acompañamiento y el apoyo del docente, estamos logrando extraer de un gran volumen de datos la información relevante.

IMAGINA: es el momento de buscar soluciones para elaborar el plan de acción, y las tecnologías también pueden aportar en el prototipado; siempre teniendo en cuenta que “las manos también piensan”, por lo que combinar las tecnologías con la creación manual aporta una simbiosis que abre un mundo de posibilidades. Solo hay que preparar las condiciones para que las cosas ocurran. Por eso es tan importante utilizar todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance, y dar la posibilidad de elegir, porque bien es cierto que, con determinados programas, se facilita la generación de storybooks, modelos en 3D y otros elementos que enriquecen la comprensión del proyecto.

ACTÚA: a la hora de implementar el plan de acción, las redes sociales pueden poner en valor el trabajo de los protagonistas del cambio, a través de la difusión de las actividades o acciones que están realizando. De esta forma, se resalta el componente social de las nuevas tecnologías.

EVOLÚA: o, dicho de otra manera, evaluación más evolución. Al preguntarse sobre qué les ha parecido diferente y difícil, y sobre lo que han aprendido, de nuevo las tecnologías pueden ayudar a ordenar las reflexiones y clasificarlas en un formato de fácil acceso y perdurable en el tiempo.

COMPARTE: además de la creación de contenido digital para poder compartir, se puede llevar a cabo una interacción con diferentes personas más allá de las que hayan estado directamente relacionadas con la ejecución del proyecto. De esta manera, celebran que son protagonistas del cambio y se pone en valor que su acción es importante y que puede inspirar a otras personas.

En definitiva, cuando existe un método sólido, es fácil integrar las nuevas tecnologías. De este modo, se facilita la transición a los estudiantes digitalmente juiciosos y competentes; aunque a estas alturas, ya casi podríamos decir jóvenes digitalmente juiciosos y competentes. Los docentes tienen una labor importante; y no solo ellos, el juicio y la competencia se desarrolla en todos los ámbitos de la vida, por lo que este tema se extiende y se extrapola a todos los agentes de la sociedad: a las familias, los amigos, los compañeros de trabajo y de ocio… Tú eliges impulsar el cambio: La educación es tuya ¡evoluciónala!

Referencias:

1 Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado (2017), “Marco Común de Competencia Digital Docente”, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, pp. 43-66.

2 Término acuñado por el Centro Marie Lange: http://www.procc.org/web/22-proyecto-procc/81-normalidad-supuesta-salud

 
Miguel Luengo: Ingeniero Industrial por la ETSII de la Universidad Politécnica de Madrid. Consultor tecnológico y de negocio durante 13 años. Desde el 2011 está impulsando en España Design for Change, asociación de la que es Presidente. Además, imparte charlas y cursos sobre gestión de personas, gestión de conflictos y trabajo en equipo, y lleva a cabo acompañamientos individuales.
 
Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.
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