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«Para el equipo directivo la burocracia es simplemente inabordable»

#CalmarEdu nº89. La burocracia administrativa, que en la actualidad colapsa los centros, ha de estar al servicio de la práctica educativa.

Los docentes se enfrentan cada día al reto de conseguir que cada uno de sus alumnos, individualmente, alcance el máximo nivel de desarrollo dentro de sus posibilidades personales. Este reto se hace más llevadero con buenas dosis de vocación y entrega, pero el entorno escolar es continuamente más diverso, heterogéneo y complejo, al igual que nuestra propia sociedad cambiante, que va asumiendo progresivamente nuevas circunstancias y realidades. Este aspecto requiere una dedicación cada vez mayor en las aulas para adaptarse a las circunstancias personales de los alumnos.

El entorno escolar es de los primeros lugares donde los cambios personales, familiares y sociales se reflejan directamente. El día a día del aula requiere que el docente se enfrente a una diversidad en numerosos ámbitos, ante la que debe ofrecer una dedicación específica para cada caso y para cada circunstancia.

Por otro lado, el aspecto curricular, la presión sobre el cumplimiento del temario, el poderlo acabar a tiempo, ir con la programación trimestre a trimestre, tampoco ayuda.

Los cambios en la norma, en las denominaciones curriculares (a menudo modificados por puro capricho o elucubración del legislador, añadiendo más confusión a la terminología que simplificación al acto puramente educativo…) añaden un extra, en ocasiones incomprensible, y a menudo absorbido por ese día a día de necesidad urgente y primaria de demanda personal de los alumnos. La norma existe para su cumplimiento, pero a veces este cumplimiento vuelve a suponer un añadido para muchos docentes que lo perciben como algo puramente burocrático y estéril.

Actualmente los centros educativos, como administración, y sus docentes, como profesionales educativos, deben cumplir con una serie de trámites burocráticos, entendidos en el buen sentido de la palabra, que en no pocas ocasiones la propia realidad hace que lleguen a convertirse en una tediosa tarea que responde a todas las críticas recibidas por la “Teoría de la burocracia”. Si bien es cierto que esta teoría se puso en práctica en la administración hacia 1940 con Max Weber por la necesidad de encontrar un modelo de organización racional capaz de categorizar todas las variables involucradas y el comportamiento de sus integrantes y que, a pesar de todas sus limitaciones y restricciones es una de las mejores alternativas de organización. También es cierto que esta teoría ha recibido numerosas críticas muy fundamentadas (exagerado apego a los reglamentos, exceso de formalismo y de trámites, resistencia al cambio…), llegando a entenderse coloquialmente por “burocracia” a la administración ineficiente por el exceso de papeleo y formalidades.

Esta acepción de burocracia es la que deberíamos ser capaces de erradicar de nuestro sistema educativo y de los centros.

Se desea tener todos los procesos establecidos y, en esta época del big data, más aun tener todos los datos registrados con “rutas” predeterminadas de acceso al conocimiento y al poder que este lleva asociado. Todo esto genera un volumen de documentación que en muchas ocasiones desborda a los centros, a los directores y a los docentes, que no han recibido siempre la formación adecuada en estos ámbitos y en los que no todos se sienten cómodos en su desarrollo. Si añadimos además el uso de aplicaciones informáticas que han de simplificar el trabajo, pero que a corto plazo requieren una dedicación extra, nos encontramos con la dificultad de dedicarse a lo realmente importante y prioritario en detrimento de actividades puramente burocráticas.

Si ponemos el foco no únicamente en la tarea del docente, sino en la del Equipo Directivo y su responsabilidad, el comentario generalizado es que el abordaje de la burocracia es simplemente inabarcable, mermando sustancialmente tiempo para la reflexión y el diseño de su modelo de centro y el desarrollo de la propia práctica docente. Tan numerosos son los documentos, informes, planes, notificaciones, escritos, avisos, protocolos, partes, actas, registros…, que la mera enumeración hace que se agolpen en la cabeza una cascada de complementos a cada uno de estos sustantivos, directamente proporcional a la inversión de tiempo que cada uno de ellos requiere. Esta elaboración de documentos, se va incrementando paulatinamente, respondiendo a los cambios sociales, con la intención de preservar en muchas ocasiones la responsabilidad de los docentes, y de la propia administración.

Si nos centramos en analizar los documentos puramente institucionales que tiene un centro, y principalmente la interrelación que entre ellos existe, la dependencia e inclusión de estos en otros, que induce a la confusión y el enmarañamiento y el cambio de terminología, nos damos cuenta que en numerosas ocasiones resulta muy complejo y casi hasta incomprensible… (proyecto educativo, concreciones del currículo, programaciones didácticas, plan de atención a la diversidad, plan de compensatoria, plan de tecnologías de la información y las comunicaciones, plan de orientación y acción tutorial, plan de convivencia, plan de fomento de la lectura, medidas de atención educativa, plan de actividades extraescolares, programación general anual, memoria anual, reglamento de régimen interior, proyecto de gestión, plan de evacuación, registro de asistencia, protocolo de acoso,….)

Su buena elaboración requiere tanto tiempo y dedicación y a menudo algunos resultan tan densos y poco útiles para la práctica diaria, que en numerosas ocasiones estos documentos son copiados año tras año cambiando únicamente la fecha, sin dedicarle una mínima lectura, o incluso calcados de los elaborados por las editoriales, imprimiéndolos, encuadernándolos y archivándolos en un cajón hasta que llegue la Inspección para su revisión.

Esta realidad evoluciona, dependiendo de la dirección del centro y del propio docente, en paralelo con el trabajo diario del profesor, distante de la vida burocrática y desgraciadamente, en más ocasiones de las deseadas, también ajeno a la documentación y registro por escrito de su propia planificación y desarrollo de su práctica docente, que redundaría en una mejora de la misma. Algunos profesores, unos más que otros, siguen con su día a día, sin darse cuenta en algunos casos de lo que se ha evolucionado respecto a la innovación educativa.

¿Cuál es la solución? ¿Dónde está entonces el equilibrio?

La burocracia, entendida en el buen sentido de la palabra, es necesaria para la administración, para el centro y para el propio docente; debe existir para facilitar el cumplimiento obligatorio de la norma (que, a su vez, debe ser simplificada tanto en terminología como en contenido y debe ser un medio de acompañamiento en lugar de un fin), pero se debería iniciar un proceso de reflexión sobre la presión burocrática a la que están sometidos los centros y los docentes, revisando su auténtica finalidad y rentabilidad en aras de la mejora educativa.

El equilibrio debe tender a un rediseño del proceso, sintético y con una buena trazabilidad, con rutas administrativas eficaces y eficientes, con instrumentos informáticos potentes y ágiles, con documentos “vivos”, sencillos y sobre todo útiles que ayuden y faciliten la tarea diaria y permitan que los docentes se centren en su práctica educativa y en el objetivo de la Educación: “que cada niño alcance lo máximo posible de sí mismo”.

Esther Castilla: Funcionaria de Carrera del Cuerpo de Maestros desde 1985 y del Cuerpo de Inspectores de Educación desde 2006. Presidenta de la Asociación Nacional de Inspectores de Educación. Secretaria de la Asociación Educación Abierta

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.
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