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«La tecnología no es barata, y mucho menos, gratis.»

#CalmarEdu nº11. El sistema educativo tiene que estar permanentemente abierto a la incorporación de los que lo necesiten y lo deseen.
Desde hace no demasiados años, el concepto de «educación abierta» ha adquirido unas dimensiones mucho mayores a las de los inicios de los sistemas públicos con los que actualmente contamos, yendo un paso más allá de los mismos en lo relativo al alcance de esta modalidad. Aunque la base no deja de ser la misma: la educación siempre se ha concebido como un derecho universal que debe estar al alcance de todos. Entonces, ¿por qué se habla tanto de «educación abierta», cuando se supone que el sistema es, ya de por sí, «abierto»? Es más, ¿está en tela de juicio su apertura?

No vendría mal comenzar poniendo las cartas sobre la mesa. En el blog del INTEF (Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Pofesorado) nos dan la que probablemente sea la definición más precisa que existe sobre este sistema:

«Educación Abierta es, en su esencia, compartir de forma libre y con acceso abierto. Libre en el sentido de que se ofrecen materiales sin coste alguno, con libertad de uso, y abierto a la utilización de herramientas legales (licencias abiertas) que permiten a todos reutilizar y modificar recursos educativos. El intercambio libre y abierto aumenta el acceso a la educación y el conocimiento para todos, en todas partes, todo el tiempo. Permite a las personas realizar cambios en los materiales o combinar recursos para construir algo nuevo. La Educación Abierta incluye también comunidades de aprendizaje libres y abiertas, redes educativas, todo tipo de materiales de enseñanza y aprendizaje, libros de texto libres y abiertos, open data, herramientas educativas de código abierto y mucho más. La Educación Abierta facilita a la gente el acceso al conocimiento, proporciona plataformas para el intercambio, impulsa la innovación, y conecta a comunidades de estudiantes y educadores de todo el mundo.»

En dicho blog, se razona que «el intercambio es probablemente la característica más básica de la educación»: de manera muy acertada, analizan la necesidad de compartir conocimientos como la base de cualquier sistema educacional. Al compartir, una persona da a otra algo que posee y con lo que poder disfrutar ambas partes. La educación es un constante intercambio de conocimientos: aprende tanto el que los recibe, como (de una forma u otra) el que los da. Es por ello que el limitar este tipo de acciones, iría en contra de la naturaleza de la educación abierta.

En esta mesa, la tecnología también juega sus cartas: ignorarla sería un error. Uno de los factores más ha impulsado la educación abierta es la interconectividad de los distintos actores que participan en ella: disponemos de redes que conectan en 24/7 a todo el mundo con todo el mundo, lo cual ha dado lugar la que probablemente sea la circulación de contenidos más significativa de toda la historia de la humanidad, siendo el acceso a éstos, a su vez, abierto. En un mundo globalizado, tenemos más medios que nunca para lograr que una idea de «educación abierta» no se quede en una simple utopía. Es por ello que limitar la participación de quienes quieran acceder a ella, iría en contra de la misma, y por ende, de la naturaleza del acto de compartir.

Sin embargo… la tecnología no es barata, y mucho menos, gratis. Para crear este colchón de un sistema educativo realmente abierto, se hace necesaria una inversión urgente en medios, así como la cooperación de todos los actores que quieran destinar una parte de su vida a contribuir al funcionamiento de este círculo. El problema real a analizar no es la viabilidad de la educación abierta per se, sino de la reflexión de si existen realmente los medios disponibles para llevarla a cabo. Y sobre todo, de que la mencionada inversión favorezca realmente a todo el mundo y no sólo a unos pocos privilegiados. En este sentido, la implantación del uso de software libre (incluso propio, en el caso de algunos circuitos educativos) para la generación de estos contenidos se antoja como fundamental, ya que su mecánica no es excluyente para nadie. Tan sólo existe la limitación de unos equipos capaces de hacer funcionar a todo este entramado, o el simple hecho de facilitar el acceso a dichos equipos.

En los datos recogidos por ElDiario.es sobre las cifras que ilustraban el inicio del curso pasado, «la inversión educativa sigue hoy por debajo de los que había en 2010 (un 6,68% menos, en concreto).» Ha habido un aumento de la inversión respecto al curso pasado de un 3,93%, y sin embargo, seguimos en cifras que se sitúan por debajo de las de hace 8 años. Desde UGT, se asegura que se han destinado 2.648 millones de euros menos, lo cual ese traduce en esa caída del 6,68% para toda España. La recuperación es lenta y a marchas forzadas, lo que se refleja en una falta de medios realmente significativa en este acceso a los contenidos, sobre todo en lo relativo a aquellas infraestructuras más necesarias para hacer realidad este cometido.

Por ello, para que la filosofía de los sistemas abiertos se respete y no se cierre a nadie, debe haber un plan sólido de inversión en el mismo, por lo que cualquier política de recortes le haría un flaco favor a todos estos esfuerzos. Implantar un sistema de «educación abierta» parece algo utópico, y sin embargo, no dista de todo aquello por lo que más hay que luchar en el ámbito docente: la posibilidad de que todo el mundo pueda tener acceso a los conocimientos que brinda una educación digna.

Javier García Navarro: Licenciado en Comunicación Audiovisual y Profesor de Robótica.

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.

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