CARGANDO

Buscar...

AEA DebateCalmarEdu Voz profesionales de Referencia

«El sistema explota a través de intensificar la individuación.»

#CalmarEdu nº3. El efecto de la acción de aprendizaje siempre es individual, pero se da en un contexto social. Sin la atención de la sociedad la educación es instrucción.

Nacida en los años cincuenta, he conocido la sociedad industrial y sus sistemas disciplinarios. Mi colegio era solo para niñas y siempre nos colocábamos por orden alfabético. ¿Qué orden hubiera podido ser más dessubjetivizado, es decir, mejor? Como mi apellido es P, mi compañera de pupitre solía tener un apellido R. Daba seguridad eso de saber que ibas a tener una compañera fija todo el curso y, si era una compañera problemática, por lo menos sabías que ibas a tener problemas fijos durante todo el curso, lo cual proporcionaba unos largos nueve mese para adaptarse a ellos.

No es que no hubiera personalizaciones. Las había pero, por decirlo de alguna manera, eran personalizaciones en masa. Por ejemplo yo, que nací mujer, fui socializada como mujer (de lo cual no me quejo pues me sigue siendo muy útil).

En los años setenta tuvimos que rebelarnos contra esas personalizaciones en masa, que obligaban a los hijos de obreros a ser obreros, a las mujeres a servir como mujeres, a los soldados a ir a la guerra… en definitiva, que hacía que tu vida estuviera predeterminada de serie.

Ahora escucho propuestas educativas basadas en itinerarios personalizados que serán (o ya están siendo) programados por máquinas que tienen inteligencia artificial. Si la máquina dice que la niña, basándonos en un perfil estadístico, tiene talento para tocar el piano, y además se concentra a intervalos de quince minutos separados por intervalos de pérdida de la concentración de siete minutos, y además su mayor inteligencia es la espacial, otra máquina le propondrá un itinerario formativo ad hoc personalizado justamente para ella. Una especie de sistema de altas (o mediocres) capacidades extendido a gran escala.

No es ciencia ficción. Ya tu buscador (Google) te da resultados distintos a los míos. Tu medio de comunicación (Facebook) te muestra información y opinión distintas de las que me muestra a mí. Tu ocio de consumo (Netflix) te sugiere que mires series distintas de las que me sugiere a mí. Y tu tienda online (Amazon) nos da precios distintos para el mismo producto. La agencia me alquilará el piso a mí pero no a ti (o al revés). El medicamento te curará a ti pero no a mí. Y así hasta el infinito.

Claro está que no puedo defender una vuelta al sistema del orden alfabético. Pero sí puedo reflexionar sobre el hecho de que tuvimos que revelarnos contra el orden porque el sistema capitalista lo utilizaba como medio de explotación. Explotaba a través de intensificar el orden. Mientras que ahora explota a través de intensificar la individuación.

En mi experiencia vital no he percibido que haya nada malo en el orden en sí. Como en las sabias enseñanzas del señor Miyagi al joven Daniel en The Karate Kid, persigo para mí la disciplina de “dar cera, pulir cera”, e intento cultivarla. Aunque constato que no sé cómo argumentarlo.

Las personalizaciones son gratas, me dan lo que me gusta y me evitan frustraciones. Pero, hechas norma, impiden la construcción de lo colectivo.

Ahora las aulas y los patios del cole son prácticamente el único lugar en el que las personas se encuentran a voleo, con cualquiera, y ahí tienen que convivir unos cuantos años, les guste o no. Es cierto que en el trabajo puedes tener que pasar ocho horas con alguien cualquiera. Pero el peso de la socialización no es el mismo en la infancia que la vida adulta. Yo, de hecho, trabajo en una cooperativa entre otras cosas para filtrar a ese “cualquiera”. (En mi caso, poder trabajar entre mujeres en un sector muy masculinizado).

Quizás sea por eso que las AMPAS y AFAS están en el punto de mira de la investigación social: grupos de personas combinados bastante al azar (asumiendo la segregación por barrios) que se organizan para defender la calidad de su escuela y, granito a granito, de toda la pública. Un sistema público construido en la época del orden alfabético y que ahora está atacado por todas partes, siendo uno de los ataques la penetración de las máquinas y sus personalizaciones, con el consiguiente desalojo de las maestras, que nunca hilarán tan fino como lo hace la máquina. Aulas sin maestra. Hogares sin madre. Vida sin afectos. Lo público, devastado. Lo colectivo, imposible. Y la inteligencia artificial por encima de todo. Y conste que no padezco de tecnofobia. Trabajo como programadora de ordenadores y, junto con mi compañera Marta Malo de Molina, intento enseñar robótica a partir de seis años en el colegio público Núñez de Arenas.

Margarita Padilla García es programadora de ordenadores en la cooperativa Dabne. Impulsora de Sindominio (1998) y activista por el software libre y la capacitación de las mujeres, le gusta decir que trabaja “haciendo Internet”. Aprendió los usos sociales y políticos de GNU/Linux en un centro social okupado y desde entonces no ha dejado de indagar la relación entre acción política y nuevas tecnologías. Los viernes por la mañana intenta enseñar robótica a niños y niñas a partir de seis años en el CEIP Manuel Núñez de Arenas.

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.
 
Etiquetas

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.