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«Educación, tan metafísica y atmosférica que la han hecho, y tan natural, real y cercana como es.»

#CalmarEdu nº23. La enseñanza en contextos reales y para la vida contribuye a favorecer el aprendizaje de los alumnos.

Soy una persona muy afortunada porque recuerdo la huella que van dejando tatuada tantas personas en mí. Tengo el cerebro y el alma totalmente tatuados y el caso es que mi cuerpo solo luce la firma de las cicatrices de juegos infantiles, eso sí que son tatuajes.

Mi abuelo Donato era pobre, aparcero, republicano, anticlerical y militante de UGT. Al estallar la Guerra Civil, una pandilla de “valientes” falangistas quisieron fusilar a Donato y al otro militante de UGT del pueblo, pero entonces el Párroco del pueblo se puso delante y soltando sagradas blasfemias dijo a voces que tronaron hasta Olmedo: ¡En este pueblo no se fusila a nadie! El Párroco de La Fuente de Santa Cruz estaba educando.

Un día el Párroco fue a visitar a Donato y le dijo que su chico Antonio tenía talento y que si seguía en el pueblo no podría aprender más y aprovechar sus capacidades y que como no tenían recursos, lo mejor sería que dadas las aptitudes del chico intentara meterlo en el seminario para que siguiera aprendiendo y que si lo veía bien le recomendaría y ayudaría. El Párroco estaba educando.

Donato y mi abuela, él, abjurando de su republicanismo y anticlericalismo para el caso, y ella, llorando en su permanente luto, accedieron a que el chico fuera interno al Seminario de Comillas, en la lejana Santander, donde no podrían ir a visitarlo… estaba tan lejos. Donato y Josefa estaban educando.

Donato y la abuela trabajaron toda su vida y no pudieron estudiar para que el chico pudiera estudiar. Los abuelos estaban educando. Y Antonio estudió lenguas clásicas, filosofía, teología, historia, y tantas humanidades como hoy no se imparten entre todos los grados y postgrados de una facultad de Humanidades. Pero decidió salir del Seminario antes de ordenarse, sintió que su Misión estaba en otros espacios. A Antonio le habían educado los jesuitas.

Al salir no tenía más que un posible título de Maestro que tenía que convalidar previamente para ejercer, así que se puso a trabajar y a estudiar por las noches para poder dedicarse a la docencia, a educar más que a formar, y se licenció en Humanidades. Antonio seguía educando mientras se seguía educando.

E hizo la mili en Canarias. Y le seguían educando, porque de cada experiencia se obtiene un valor.

Y se colocó, y apareció mi madre, y formaron una pareja maravillosa, y somos cuatro hermanos que nos criamos en el mismo lugar bajo los mismos criterios.

Si enfadábamos a mi madre, se armaba con la zapatilla y restablecía el orden lo primero y los mensajes venían depués, en su debido clima, y no quepa duda alguna de que los mensajes llegaban nítidos. Nos obligaba a comernos todo, no dejar nada en el plato y guardar las debidas maneras. En la adolescencia y juventud teníamos horarios y hora límite para llegar a casa, y si no cumplías nos castigaban y la penitencia era no salir. Es que nuestros padres se empeñaron en educarnos para que fuéramos felices y personas de provecho y no cedían ante nuestra obstinación y rebeldía. Nos estaban educando, y muy bien.

A veces mi padre nos llamaba al despacho, acudíamos preocupados porque intuíamos que algo habíamos hecho mal, ese suave “temor de Dios” que es tan necesario para formarse de las verdaderas “autoridades” a las que seguir en la vida, y allí, en el templo del despacho, tan solemne y sentencioso, nos educaba con mensajes que calaban profundo y forjaban pilares para construir edificios sólidos.

Mi hermano mayor, Antonio, el primogénito, era el capitán de la tropa que consistía en mis dos hermanas y yo. El primogénito, aunque no se diera cuenta, nos estaba educando y a sí mismo.

Cuando mi padre llamaba, mi hermano decía: “Vamos, papá nos va a soltar una filípica”

Mi hermano, además de físico, un gran melómano, importó a la casa discos de música clásica que enriquecieron la humilde discoteca familiar y nos hizo apreciar las maravillas de la música. Entonces, y ahora que afronta con ejemplar actitud una enfermedad degenerativa, nos está educando a la manera que le habían educado.

De aquellas filípicas tan cinceladoras quedaron grabados mensajes, impulsos parentales, un estado del yo de cuya esencia no me puedo desprender, gracias a Dios, pero que siempre me ayuda a adaptarme, a aprender aprehendiendo de cada nueva maravilla que me rodea.

Un día me dijo: “Para salir adelante con éxito en la vida solo es necesario saber escribir, hablar, y las cuatro reglas de cálculo, además de la regla de tres para los porcentajes”. Total nada, leer y pensar, leer y pensar, y leer más y seguir pensando. Que maravillosa educación recibí.

También me dijo, esta vez más solemne y sentencioso de lo habitual: “Pasa por la vida dejando huella, no llenes el camino de pisadas”. Sus lecturas de clásicos, San Agustín, Santo Tomás de Aquino y de tantos pensadores que le habían educado me educaban a mí.

Encargué una escultura de mi padre, un gran bronce de la escuela de Pablo Serrano, y el escultor, Pepe Noja, admirado por la personalidad de mi padre, cuando me entregó la escultura en el taller de fundición procedió a romper el molde de escayola, salvo la cabeza que incapaz de destruirla me la regaló para que la conservara, entonces, sin salir del taller, encargué tres réplicas en bronce de la cabeza de mi padre que pertenecen a cada uno de mis hijos. Y en la pequeña base de mármol hay una plaquita que reza “Pasa por la vida dejando huella, no llenes el camino de pisadas”. Porque me gustaría estar educando a mis hijos tan bien como me educaron a mí.

Nuestros Maestros, nuestros profesores, unos con su poder y otros con su autoridad trabajaron para que aprendiéramos todos aquellos conocimientos que en aquel tiempo entendían ibamos a necesitar. Con ellos descubrimos cosas importantes, por ejemplo, a distinguir entre poder y autoridad, lo que hoy es un lujo. Recibíamos más educación que formación.

Pertenezco a la última cosecha del Plan del 57, el último PREU, la última promoción en pasar el examen de estado para ingresar en el bachillerato, la reválida de 4º de bachillerato, la de 6º de bachillerato, la selectividad para ingresar en la universidad, el primer curso de carrera selectivo, en el que o aprobabas todas o no podías matricularte en ninguna asignatura de 2º. Entonces no había créditos, pagábamos al contado nuestros avances. Era una formación basada en fuertes pilares educativos.

Nuestras familias nos exigían pasar cada año un curso, no tanto para que estudiáramos duro, sino porque el tiempo, cada año, es muy valioso, y estudiar en la universidad siempre ha sido un enorme esfuerzo económico para las familias. Nos educaron para valorar el tiempo y los recursos.

Mis hermanas, mi hermano y yo acabamos nuestros respectivos estudios y cada uno ha dedicado su vida profesional poniendo al servicio de la sociedad los conocimientos y habilidades adquiridos a los largo de toda una vida de permanente educación y aprendizaje.

Yo, como todo el mundo, me seguí educando, mi mujer, su familia, mis hijos, amigos y compañeros, enemigos que no conozco, pero haberlos los hay, he venido recibiendo miles de impactos educativos, con buenos y malos ejemplos, y soy consciente de que cada vez que hago algo, aunque nadie me observe, con mi acción y ejemplo emito impactos, unas veces buenos y otras malos para la educación de los demás.

Como padre he dejado mucho que desear a la hora de educar con mi mujer a mis hijos. Ahora que acabo de recibir el título de abuelo me he dado cuenta de ello, de cuanto más tenía que haberme entregado para transferir el tesoro educativo que yo recibí. Tal vez me confié demasiado en que con el ejemplo basta, tal vez no convoqué suficiente a filípicas, tal vez delegué demasiado en los colegios y las universidades. Algo de los abuelos les llegó, porque mis hijos acabaron sus estudios universitarios, trabajan en sus propios proyectos o en empresas con las que se identifican, tiene parejas con las que viven felizmente y vienen a casa a montar sus barbacoas con sus amigos y con nosotros.

Educación, tan metafísica y atmosférica que la han hecho, y tan natural, real y cercana como es.

Yo tuve mucha suerte, me educaron sin complejos, y creo que no albergo ninguno que me conduzca por caminos dudosos, contradictorios, ambiguos, de volátiles éticas, postverdades y tonterías de estas.

Jesús Juan Ciro Martín SanzPresidente de AEDHE, ha sido Vicepresidente de CEIM y Miembro de la Junta Directiva de CEOE. Ha creado y preside el Clúster: “Plataforma del Español”. Vocal del Consejo de Ciencia y Tecnología de la Comunidad de Madrid, Patrono de Honor de la Fundación General de la Universidad de Alcalá y miembro del Consejo Asesor de la Federación española de ALUMNI.

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.
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