«Los primeros que deben recibir una buena formación en inteligencia emocional, gestión de conflictos y bullying son los profesores.»
Otro color de piel, distinto acento, otro tipo de inteligencia, habilidades sociales menos desarrolladas… Cualquier diferencia supone una barrera entre el grupo y el individuo que no encaja en el estereotipo general al cien por cien. Esta situación, cotidiana en cada centro escolar, es el caldo de cultivo perfecto para ciertas actitudes que, si no se evitan o no se paran a tiempo, pueden generar un grave problema.
¿Cómo gestionar la diferencia? Y más difícil aún, ¿cómo enseñar a aceptar con naturalidad y tender la mano al que se siente o es diferente?
La inteligencia emocional debería convertirse en asignatura obligatoria en los primeros años de la etapa educativa. Unos buenos cimientos podrán sostener una sólida construcción. Los primeros que deben recibir una buena formación en inteligencia emocional, gestión de conflictos y bullying son los profesores. Un niño quizá no sea capaz de gestionar de manera correcta algo que no entiende, una situación que le supera, pero si un adulto bien formado en estas lides logra neutralizar el peligro cuando aún es incipiente y reconducirlo e, incluso, involucrar a la clase entera, entonces no solo estará ayudando al menor que se siente o es diferente, sino a toda la sociedad.
Los primeros que fallamos en esto somos nosotros, los adultos. En casa, en la calle, no siempre estamos a la altura de lo que se debería esperar de nosotros. Muchos padres, con mayor o menor sutileza, inducen a sus hijos a jugar con niños ‘parecidos’ a ellos: sanos, de la misma raza y clase social… Es en la familia donde comienza el trabajo que debe continuar en la escuela.
En muchos centros escolares ofrecen charlas periódicas en las que se abordan distintas cuestiones que pueden generar dudas a los padres: cómo quitar el pañal de la mejor manera posible, qué juegos son recomendables para cada edad, cómo gestionar una rabieta… He asistido a varias y en ninguna se ha abordado la integración y el aprendizaje a partir de la diversidad.
Cultivar los valores desde los primeros años de manera individual y colectiva ayudará a construir un mundo mejor y a promover el desarrollo de adultos generosos, tolerantes y solidarios que el día de mañana tendrán el mundo en sus manos.
¿Cómo se materializa todo esto? La formación continua del profesorado es una apuesta segura. Vivimos en un mundo globalizado en el que los cambios se suceden a una velocidad de vértigo y un reciclaje permanente se impone para enseñar a los menores a adaptarse a él. Se difuminan las fronteras, los avances médicos permiten el acceso a las aulas a pacientes que hace unas décadas quedaban excluidos de ellas y se trabaja muy duro por la integración. Si estas medidas no se apoyan con una buena formación para manejar las situaciones difíciles que puedan surgir, no podrá el profesor guiar a sus alumnos y enseñarles a mirar con otros ojos al diferente, a ese que tanto nos puede enseñar. Y si se complementa esta formación con una asignatura de inteligencia emocional, podremos, casi con seguridad, aspirar a un mundo mejor.
María Cano: Periodista con amplia experiencia en puestos de responsabilidad en prensa escrita. Actualmente, directora de madridiario.com