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Santiago Fabregat, la presencia del maestro

Conversamos con Santiago Fabregat, profesor del IES Emperatriz María de Austria en Elíptica-Opañel-Carabanchel (Madrid), sobre su experiencia y reflexiones durante el período confinamiento y de enseñanza virtual. Esta conversación contribuyó a construir el artículo «La presencia del maestro». Aprovechamos para agradecer a Santiago su disponibilidad para responder a estas preguntas.

1. ¿Cómo compaginas el desempeño de tus tareas con tu vida personal?

Afortunadamente, mis circunstancias vitales y familiares son perfectamente compatibles con las tareas como profesor de secundaria en esta etapa no presencial. Vivimos en una casa espaciosa y con excelente iluminación natural, cada miembro de la familia dispone de su espacio de trabajo independiente, con dispositivos informáticos y buena conexión a Internet. Dos de mis tres hijas viven con nosotros (1º y 2º de bachillerato), pero son razonablemente autónomas y no requieren de mucho apoyo por nuestra parte.

En estos meses de confinamiento he pasado la mayor parte del día, unas 10 horas de media, delante del ordenador. Estudiando y “teletrabajando”.

2 ¿Cuál es la mayor dificultad que encuentras en la enseñanza en confinamiento?

En las primeras semanas, la mayor dificultad fue conseguir contactar con mi alumnado y establecer un adecuado y eficaz entorno de trabajo compartido con tod@s. Empezamos con un intento de usar el Aula Virtual del instituto, pero la mayoría no contaba con los usuarios y contraseñas necesarios, pese a que la habíamos utilizado durante los dos primeros trimestres en presencial. 

Probamos entonces a utilizar la plataforma de Google Classroom, pero tampoco fue totalmente eficaz, porque muchos no estaban acostumbrados al uso del correo electrónico. No tenían cuentas y nunca lo utilizaban desde sus teléfonos móviles, que en muchos casos eran sus únicos dispositivos de conexión.

Finalmente, y en colaboración con otros compañeros docentes, conseguimos incluir a la inmensa mayoría de estudiantes en grupos de whatsapp que reproducían las agrupaciones de la etapa presencial previa. 

Una vez “capturados” todos, lo que exigió mucho tiempo y dedicación (en algunos casos hubo que “traerlos” desde Instagram y otras redes), el objetivo fue motivarlos, acompañarlos y conseguir “engancharlos” a rutinas de trabajo y aprendizaje remoto. Pudimos retomar el uso de Classroom y empezamos con Blinklearning, aprovechando el ofrecimiento de la editorial Anaya para que los chavales pudieran acceder al libro de texto digital online, ya que la mayoría no disponía de ejemplar impreso (eran de préstamo y se quedaron en el instituto).

Brandon Morse cc https://tinyurl.com/y7nowm9b

También han sido de gran ayuda las reuniones por videoconferencia (usamos jitsi meet), en las que importa tanto lo afectivo como lo académico.

3. ¿Qué has echado más de menos de la relación pedagógica presencial?

Sin ninguna duda, el poder compartir un tiempo y un espacio que era solo nuestro, aislado de las dificultades y las circunstancias que cada uno teníamos fuera del aula. En aquella “burbuja”, con ventanas de conexión con el entorno, se creaba un contexto idóneo para compartir experiencias de aprendizaje, que iban mucho más allá de la adquisición de unas competencias y contenidos. Creábamos juntos unos recorridos en los que iban apareciendo los descubrimientos compartidos, los afectos y desafectos, las frustraciones y los éxitos, la asunción de normas y responsabilidades, el conocimiento de los otros, con sus valores, sus singularidades y sus múltiples facetas. La necesaria rutina del esfuerzo y la constante e imprescindible aparición de sorpresas, paradojas, contradicciones, hallazgos, retos y proyectos compartidos.

[Echamos de menos], sin ninguna duda, el poder compartir un tiempo y un espacio que era solo nuestro, aislado de las dificultades y las circunstancias que cada uno teníamos fuera del aula.

Todo eso está siendo difícil de reproducir, o de sustituir por experiencias alternativas igualmente provechosas, en el aprendizaje remoto. Aprendemos “de” y “con” los otros, y eso se hace mucho más complicado cuando no “respiramos el mismo aire”, cuando no compartimos frío, calor, ruido, alegrías, enfados, logros, frustraciones, sueño (físico y mental), cuando no vemos las expresiones del otro, nos sorprendemos, asustamos, ilusionamos, arriesgamos o traspasamos límites juntas y juntos. Cuando no podemos vernos reflejados en los otros, por afinidad o por contraposición. No es fácil debatir, imitar, refutar o contribuir a distancia.

4. ¿Qué prácticas de las que desarrollas habitualmente en el aula te han ayudado a adaptarte a la nueva situación?

En primer lugar, el enfoque colaborativo. Todos vamos en el mismo barco, o aprendemos tod@s o tendremos que aceptar que hemos fracasado. No es aceptable dejar a nadie atrás, incluso a quien no está dispuesto a aceptar compromisos, normas y retos compartidos. Esa filosofía está siendo de gran ayuda en el tiempo de confinamiento. Cada uno se responsabiliza, en la medida de sus posibilidades, de resolver las dificultades de los que lo necesitan. Evidentemente no alcanzamos en esto el logro absoluto y universal, pero se “progresa adecuadamente”.

No es aceptable dejar a nadie atrás, incluso a quien no está dispuesto a aceptar compromisos, normas y retos compartidos. Esa filosofía está siendo de gran ayuda en el tiempo de confinamiento.

Por otra parte, la utilización habitual, programada y razonada de herramientas TIC para el aprendizaje y su evaluación, ha contribuido a suavizar el inevitable trauma del tránsito a la experiencia exclusivamente remota. Y ello pese a las enormes dificultades que sufríamos en el centro (infradotado en recursos informáticos) y que siguen sufriendo en la situación familiar de la inmensa mayoría del alumnado, sin dispositivos, conexiones y adecuada formación digital básica. La brecha digital, íntimamente ligada a la socioeconómica, no está muy presente “entre” el alumnado, puesto que las dificultades afectan prácticamente a todos por igual, pero sí es un hándicap con respecto a otros estudiantes de la misma edad que disfrutan de contextos menos desfavorecidos.

José David Leiva cc https://tinyurl.com/y7n9vlar

5. Aunque no llevamos tanto tiempo en esta situación, ¿cómo dirías que han evolucionado las actitudes, destrezas y disposición de tu alumnado desde que empezó la cuarentena? ¿Y las del claustro?

La evolución en la chavalería está siendo bastante positiva en líneas generales, con altibajos de motivación, participación, esfuerzo y compromiso. Alrededor de un 10% no ha podido, o no ha querido, o ambas cosas, continuar con las experiencias de aprendizaje al pasar al obligado remoto, y han permanecido desconectados.

En general, puede afirmarse que la mayoría de estudiantes que “funcionaban” bien en presencial han mantenido esa buena actitud a distancia, con escasos ejemplos de desconexión, desmotivación, o bajada de compromiso y resultados de aprendizaje. 

En el otro lado, también bastantes de los que no “encontraban su sitio” en la escuela, han renunciado a intentarlo desde casa. Pero aquí las excepciones han sido bastante más numerosas y significativas. No han sido pocos los que han encontrado en las dificultades inherentes al confinamiento obligatorio un reto en el que han querido participar. Y los resultados están siendo esperanzadores.

Con respecto al profesorado… Mi visión es bastante pesimista. En lo que a mí respecta, y en lo que he podido conocer del claustro en general, las interacciones se han limitado a los integrantes de cada departamento y a las comunicaciones básicamente unidireccionales desde el equipo directivo. Es cierto que se han comunicado y se han tratado de resolver los “problemas” que surgían con algunas familias o alumnos concretos, canalizados desde o hacia los respectivos tutores. Pero conceptos tan básicos en educación como colaboración, sinergia, transversalidad, construcción colectiva, apoyo mutuo, procomún… han estado básicamente ausentes en estas circunstancias (lo cual tampoco es muy sorprendente teniendo en cuenta la realidad habitual previa). 

No han sido pocos los que han encontrado en las dificultades inherentes al confinamiento obligatorio un reto en el que han querido participar. Y los resultados están siendo esperanzadores.

6. ¿De qué manera ha afectado esta situación a la relación entre las familias del centro y el profesorado? ¿Hay mayor comunicación? O, por el contrario, ¿percibes mayor distancia?

Por mi experiencia, no ha habido una mayor implicación de las familias. En general, no han buscado una mayor vinculación ni han demandado más explicaciones, apoyo o interacción a los profesores ni al equipo directivo. 

Por nuestra parte sí se ha intentado, por lo que conozco de buena parte de los compañeros y compañeras docentes. Hemos tratado de contactar con las familias, de conocer su situación y las dificultades que tenían los chavales. Nos hemos ofrecido para tratar de acompañar, colaborar y solucionar problemas, con independencia de si somos o no tutores, si son cuestiones de nuestro ámbito de competencia o no, incluso con cuestiones ajenas a lo académico. Hemos aceptado amoldarnos a horarios, tareas y responsabilidades que en principio estaban fuera de nuestra labor habitual. En muchos casos esa implicación se ha visto recompensada con una respuesta positiva de las familias, pero no siempre. Desafortunadamente, he encontrado ejemplos de desinterés y falta de compromiso por parte de algunas familias, aunque para valorarlo habría que tener un mayor conocimiento de las realidades y circunstancias vitales, laborales y emocionales de cada caso particular.

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