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«La educación está sirviendo a un modelo socioeconómico que lo que pide son operarios»

#CalmarEdu nº9. La transformación de los sistemas educativos debe posibilitar enfrentarse a los cambio sociales y tecnológicos de las últimas décadas de una manera crítica y creativa. 

La necesidad de que un sistema sea abierto para que no se degrade es extensible también a la educación. De una u otra forma se proclama que la educación debe estar abierta a la sociedad, a sus cambios y necesidades. Pero estar abierta significa que el entorno influye en ella y, a la vez, en sentido contrario, la educación interviene en la sociedad. Es la interacción de todo sistema abierto. Y esa tensión lo mantiene en el equilibrio frágil que es la vida.

Hoy constatamos, por las disfunciones que se manifiestan, que la educación está con un desajuste agudo respecto a la sociedad acelerada. Y esto implica que o no está lo suficientemente abierta a lo que en el entorno sucede o que entra en ella un mundo que la anega y la revuelve y la deja sin capacidad de respuesta. Con el primer diagnóstico, la educación se enquista en una sociedad que marcha a otro ritmo; y para el segundo, la educación se diluye en un mundo que la sobrepasa. En los dos casos pierde su función.

¿Y cuál es su función primordial? Si la educación está bien ajustada a la sociedad debe atender entonces a equilibrar y a remover. La estabilización de la sociedad a partir de suavizar los desequilibrios que genera la desigualdad es una tarea insustituible que tiene la educación. Esto supone que en el aula hay que encontrar aquello que pueda faltar, por la mala distribución social, en aquellas personas que entran en ella. Este papel nivelador es básico, y sobre el que se pueden a partir de ahí asentar otras funciones. Así, la escuela alimenta cuando fuera se carece de lo necesario. En la escuela se encuentran libros cuando en el hogar no hay para uno o se habla de un mundo sobre el que ni se oye en entornos escasos de información. O bien se accede a instrumentos que no se pueden alcanzar fuera, aunque sean —o porque son— de consumo. Y ahora, en las regiones privilegiadas del mundo, también la escuela debe cumplir su función niveladora básica ayudando a metabolizar la información cuando, paradójicamente, se vive en una sociedad sobreinformada, es decir, saturada de ruido. Esta abundancia desbordada es, curiosamente, generadora de otras formas de carencia, en las que la educación tiene que intervenir (aunque por el momento no sepa bien cómo hacerlo). En cualquier circunstancia, la escuela como niveladora; y es entonces cuando se podrá decir que se encuentra ajustada a su entorno social.

Pero este ajuste no debe entenderse como conformidad. Decimos con mucha frecuencia que la educación está obligada a preparar para el futuro, y más cuando cambia tan velozmente la sociedad, pero no se puede disponer a una generación para construir el futuro si no se introduce en la educación un punto de disconformidad con el presente. Es decir, enseñar y aprender a cómo salir del presente. Sin embargo, vemos el empeño de ahormar a la siguiente generación para que encaje, como pieza de relojería, en el mercado de trabajo, que es a lo que se ha reducido la sociedad. Y si eso se consigue nos damos por satisfechos. En ese afán de servir a la sociedad, la educación está sirviendo a un modelo socioeconómico que lo que pide son operarios. Así que la transformación del sistema educativo tendrá que evitar que, por la obsesión de abrirse a esta sociedad tan dinámica por efecto de la ciencia, la tecnología y el modelo económico, entienda que su función sea ajustarse a lo existente para servirlo, y no mantener una cierta disconformidad para removerlo. Es la manera de entender lo que significa un sistema abierto.

Hay, por tanto, otra necesidad de acción niveladora en la sociedad que estamos viviendo, y es la de compensar con disconformidad el intento de que la educación sea exclusivamente conformación para preparar operarios que sirvan al sistema económico.

Antonio Rodríguez de las Heras, catedrático de Humanidades en la Universidad Carlos III de Madrid. Director del Instituto de Cultura y Tecnología de esa Universidad. Director del Máster en Innovación Educativa (Universidad Carlos III, Institución Libre de Enseñanza, Fundación Estudio). Fue coordinador del Laboratorio del Centro EducaRed de Formación Avanzada (Fundación Telefónica). Autor de libros recientes: Metáforas de la sociedad digital. El futuro de la tecnología en la educación (SM, 2015). La Red es un bosque (ALT autores/Storytel, 2017). Premio Fundesco de ensayo por el libro Navegar por la informaciónMOOC: Utopedia. Educación para una sociedad del conocimiento (edx). La biblioteca vacía. El tránsito de la cultura escrita a una cultura digital (MiríadaX).

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.

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