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Bibliotecas escolares a pié de página

Discutir el papel de las bibliotecas escolares bajo el epígrafe a pie de página parece desvelar las conclusiones desde la primera línea. Pero, en este caso, esto no será del todo cierto.

Anthony Grafton dedicó una monografía a ilustrar históricamente los usos de este recurso textual y a situar:

«los pensamientos al margen en el lugar adecuado, en el centro de la vida literaria de la mente».

En las siguientes líneas trataremos de poner en discusión ambos polos: la débil consideración de la biblioteca escolar en las políticas públicas de nuestro entorno, junto a su centralidad en un momento de cambio profundo en los sistemas educativos, a lo que se suma la vitalidad de iniciativas y programas que buscan – ahora sí – dejar de situarse exclusivamente en la marginalidad y disponer de un marco estable que asegure unas condiciones al menos convergentes con los estándares internacionales.

Existe un acuerdo internacional acerca del modelo de biblioteca escolar, a pesar de estar en un momento convulso para las bibliotecas en cualquiera de sus subsistemas (nacionales, públicas, universitarias, escolares o especializadas). Si se repasan documentos de referencia procedentes de Australia, Canadá, EE. UU., Portugal o Reino Unido, por ejemplo, la visión que proponen es semejante, como se plantea en las últimas recomendaciones de IFLA.

En España se ha hecho un esfuerzo por concretar el modelo a las características locales, lo que ha sido fruto de un acuerdo interterritorial [Bernal, Macías y Novoa]. En estos años, haber puesto en discusión el horizonte de las bibliotecas en la educación y formalizarlo mediante guías y orientaciones, ha supuesto un apoyo indudable para las prácticas. La biblioteca escolar se abre a nuevas perspectivas (introduce el concepto alfabetizaciones múltiples, incluidas las audiovisuales, mediáticas y en información), se plantea el papel de la biblioteca en relación al fracaso escolar o su función en el marco del aprendizaje por proyectos, se consideran las bibliotecas escolares en los modelos de medida del retorno social de la inversión, se dibujan nuevos escenarios como los laboratorios o espacios maker (el proyecto Infolab del Ministerio de Educación o el de Programación y robótica de Galicia); se abordan nuevos retos en relación con las redes sociales y la curaduría de contenidos. Todo ello ha contribuido a un modelo de biblioteca escolar más abierto y dinámico, atento a las nuevas necesidades de un mundo cambiante.

Sin embargo, esta voluntad se confronta con la atención, desde las políticas públicas, a necesidades de naturaleza diversa que se van adhiriendo de manera desigual al proyecto de biblioteca escolar (PISA, lectura en voz alta, ortografía, leer en familia…) y van conformando un marco de implantación no siempre ordenado ni atento a lo imprescindible. De este modo, los resultados obtenidos en PISA o los bajos índices de lectura han tenido un cierto papel en las líneas de acción política. En los últimos diez años, ambos temas se han apoyado en los denominados Planes de lectura de centro, en los que la biblioteca se ha visto directamente concernida, por cuanto es la fuente de recursos para la lectura y por su capacidad para aglutinar al equipo docente en una visión transversal de la lectura en el conjunto del currículo escolar. No olvidemos que, por ejemplo, en Galicia, donde el presupuesto para las bibliotecas escolares es el más elevado comparativamente en relación al número de alumnos (una media de un millón de euros para cada curso escolar), en PISA 2012 obtuvo resultados en competencia lectora superiores a la media de España, OCDE y UE.

No obstante, de forma bastante generalizada se ha priorizado lo que tradicionalmente se ha entendido como promoción a la lectura, especialmente la literaria. De hecho, este ha sido el foco mayoritario desde las Consejerías de educación, mediante iniciativas como: entornos virtuales y redes sociales, programas de lectura con las familias (Andalucía, Aragón, Euskadi y Extremadura), encuentros de autores con lectores (Aragón y Euskadi), concursos de lectura en voz alta (Aragón, Galicia, Castilla y León) o clubes de lectura (Galicia es un ejemplo excelente). En este contexto, se pueden citar las acciones conjuntas con las bibliotecas públicas (maletas viajeras o bancos de libros en Cataluña, Aragón, Galicia, Asturias) u otras vías de colaboración, lo que ha permitido ampliar acciones y optimizar recursos.

Sin embargo, esta biblioteca real cubre solo parte de los planteamientos teóricos iniciales y no está en condiciones de asumir los retos que la sociedad digital y en red plantean al mundo educativo. La biblioteca escolar digital está muy lejos de ser una realidad y existen pocas experiencias que exploren nuevas formas de gestión y explotación de contenidos, más allá de experiencias aisladas de préstamo de tabletas o libros electrónicos. Obviamente esto exige una intervención política en otro plano, notablemente más amplia y que apueste por la integración de un nuevo perfil en los centros escolares, especialista en la gestión de la información y el conocimiento, tal como lo sugiere el reciente documento del Grupo de trabajo de alfabetización informacional.

¿Marginalia?


Las dificultades o los titubeos —de PISA a la lectura en voz alta, de la ortografía a las múltiples alfabetizaciones— en la configuración de un marco que no logra articularse políticamente de acuerdo a lo que establecen los organismos internacionales e incluso los nacionales, es un síntoma claro de la fragilidad de este tema en nuestro sistema educativo.

En todo caso las vías para alcanzar los objetivos deseados están teñidas de ambigüedades. Mientras los usuarios solicitan programas de formación en herramientas digitales e impresoras 3D en la biblioteca, no están convencidos de la posibilidad de retirar libros físicos de los almacenes en favor de más espacio para Tech Labs [Horrigan]. Junto a la demanda de la última tecnología en la biblioteca, se extienden iniciativas como las Silent Reading Parties, maratones de lectura desconectada celebrados en distintas partes del mundo con una excelente acogida de público, sobre todo, joven. La práctica social de actividades consideradas hasta ahora antisociales o la búsqueda de espacios de desconexión tecnológica son tendencias para considerar. ¿Cómo repensar las bibliotecas a partir de propuestas tan aparentemente contradictorias?

Ante la velocidad del cambio, Robert Darnton habló del desconcierto como escenario. Encontrar caminos atractivos para afrontar el desconcierto obliga a ampliar la perspectiva más allá del estricto círculo profesional de las bibliotecas o la educación. García Canclini plantea que

«las interacciones sociales contienen claves de lo que sucede al leer que permanecen ocultas para las encuestas«

e incluso para las políticas públicas de lectura, que suelen dirigirse a cada persona

«como si leer fuera un acto solitario y se estimulara convenciendo a cada individuo de los beneficios de hacerlo para su trabajo, su desarrollo y sus placeres» .

Para abordar el futuro inmediato, puede ser productiva la discusión acerca del rol de la biblioteca dando cabida al nuevo ecosistema de interacciones, consumos culturales y aprendizaje.

De este modo, considerar las formas en que los jóvenes construyen su identidad como aprendices tomando como referencia los contextos de aprendizaje informal puede ayudar a reconfigurar el mapa cultural y de aprendizaje de los estudiantes, como lo sugieren los trabajos de Ito. O bien, repensar el qué y el cómo de la mediación en la biblioteca desde las nuevas formas de consumo cultural o tomando en cuenta los efectos de los algoritmos del gusto [Keen] y las denominadas burbujas de ocios [Parisier e Igarza]. Y, un ejemplo más, partir de la investigación acerca de los modos de interacción de los jóvenes con la información y en relación con los nuevos criterios de asignación de credibilidad, donde se ponen en cuestión los modelos tradicionales de atribución (múltiple frente a jerárquico, distribuido frente a centralizado, construido colectivamente frente a apropiado individualmente), pueden ayudar a dar forma al trabajo con la información y los medios en la biblioteca.

Pensar el futuro de la biblioteca escolar no solo tiene que ver con la incuestionable implantación de aquello que forma parte del acuerdo internacional y está avalado por la investigación, sino sobre todo con la capacidad para participar activamente en un debate que afecta al conjunto de la educación y ocupar un lugar relevante en este flujo de cambios.

En un reciente trabajo coral junto con Henry Jenkins y danah boyd, Mizuko Ito habla de las experiencias de aprendizaje conectado como entornos capaces de poner en relación tres culturas diferentes: 1) las prácticas de aprendizaje informal alrededor de los nichos de interés de los jóvenes (música, deporte, juegos, libros, vídeos…), 2) los tipos de interacciones que regulan las relaciones entre los iguales y 3) las necesidades derivadas de la institución escolar [Jenkins, Ito y boyd].

Un análisis crítico de estos tres focos puede ayudar a un debate fértil para afrontar un futuro desconcertante —sí—, pero que sitúe a la biblioteca escolar como el entorno de aprendizaje conectado probablemente más viable de la educación formal. Su centralidad en la vida académica y, a su vez, la marginalidad respecto a ciertas prescripciones que imponen las dinámicas de las aulas, la sitúa en un lugar privilegiado para tender puentes, lo que hoy se configura como una de las claves de la educación. Recuperando a Gafton y las notas a pie de página, al explorar ese estimulante espacio de convergencia cultural podemos situar a la biblioteca en el centro de la vida de toda institución escolar.

Referencias no disponibles en web:

 

GRAFTON, Anthony, The Footnote, Cambridge MA: Harvard University Press, 1999.
IGARZA, Roberto, Burbujas de ocio. Nuevas formas de consumo cultural, Buenos Aires: La Crujía Ediciones, 2009.
JENKINS, Henry; ITO, Mizuko and BOYD, Danah, Participatory Culture in a Networked Era. A Conversation on Youth, Learning, Commerce, and Politics, Malden MA: Polity Press, 2016.
KEEN, Andrew, Internet no es la respuesta, Barcelona: Catedral, 2016.
PARISIER, Eli, The Filter Bubble. What the Internet is Hiding from You, New York: Penguin Press, 2011.

 

Autoras: Inés Miret y Mónica Baró

[Este texto es un fragmento del artículo del mismo título preparado para el Informe de la Lectura en España 2017, cuyo coordinador es José Antonio Millán. El artículo completo y el informe pueden consultarse en http://www.fge.es/lalectura/2017/default.html]

 

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1 Comentario

  1. claudiavacalis 6 agosto, 2017

    Gracias por las referencias y experiencia compartida!

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