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«El trabajo colaborativo se convierte en un proceso en el que el individuo, fruto de la interacción con el grupo, aprende más de lo que aprendería por sí solo.»

#CalmarEdu nº56 bis. Las estructuras cooperativas favorecen el proceso de aprendizaje de los alumnos y potencian el desarrollo de las habilidades sociales que se exigen en la sociedad de nuestros días.
Voy a argumentar sobre la sentencia “las estructuras cooperativas favorecen el proceso de aprendizaje de los alumnos y potencian el desarrollo de las habilidades sociales que se exigen en la sociedad de nuestros días”. Ello obliga a hablar de aprendizaje cooperativo, de las herramientas tecnológicas que lo pueden hacer realidad, de los nuevos roles del profesor y los estudiantes y de las habilidades sociales que se desarrollan. No voy a entrar en detalle en estos aspectos, ya que existen textos académicos excelentes que los tratan concienzudamente, simplemente voy a entresacar las características y conceptos que necesito para apoya mi argumentación.

La neurociencia ha confirmado que aprendemos a través de la interacción social. El aprendizaje es un proceso social que se construye en la interacción, no sólo con el profesor, sino también con los compañeros y con el contexto, para dotar de significado a lo que se aprende. Esto lleva a distintos expertos a afirmar que el estudiante aprende de forma más eficaz cuando lo hace en un contexto de colaboración e intercambio con sus compañeros. Así, el trabajo colaborativo se convierte en un proceso en el que el individuo, fruto de la interacción con el grupo, aprende más de lo que aprendería por sí solo.

El trabajo colaborativo supone, por tanto, poner en común conocimientos, materiales e ideas con la finalidad de compartirlos, para así construir un conocimiento común. El trabajo en colaboración se caracteriza porque todos los participantes persiguen un mismo objetivo. Pero esto no basta, deben disponer también de una guía clara de cómo han de comportarse (tanto dentro como fuera del aula) para su consecución. Así, los grupos de trabajos cooperativos, adecuadamente organizados y estructurados, han demostrado, además de ser válidos para alcanzar sus objetivos, que proporcionan beneficios en competencias conductuales y afectivas.

Según los expertos, existen distintos aspectos que hay que tener en cuenta para favorecer el aprendizaje colaborativo. Algunos de ellos son: la formación de los grupos, proporcionar claras metas, dar a los miembros del grupo distintos roles, supervisar las relaciones entre grupos, proporcionar ayuda al grupo cuando no es capaz de progresar, comprobar si los alumnos individualmente están aprendiendo y reforzar el éxito del grupo en global. Seguro que al lector se le ocurren más, pero he querido destacar estos, ya que en cierta medida complementan la autonomía del aprendiz con la supervisión del profesor. Esto hará que los alumnos puedan convertirse en los propios protagonistas de su aprendizaje y que además desarrollen estrategias comunicativas con los demás y así poder mejorar sus competencias, capacidades y habilidades sociales.

No vamos a entrar en las diferencias entre trabajo en equipo, colaborativo o cooperativo ya que hablamos del valor de las estructuras colaborativas en el proceso de aprendizaje. Lo importante es que nos movemos en un continuo que va desde un sistema muy controlado y centrado en el profesor hasta un sistema centrado en el estudiante, donde el profesor se constituye en un mediador del aprendizaje del grupo. En este contexto, el profesor tiene una gran responsabilidad en alentar, promover y crear el espacio apropiado para la construcción del conocimiento. Esto demanda la organización de la enseñanza, y el empleo de estrategias y metodologías apropiadas, para crear nuevos espacios de interacción.

En este nuevo entorno, cobran especial importancia las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Estas han ampliado las posibilidades de interacción (profesor-estudiante y estudiante-estudiante) eliminando las barreras espaciales y temporales en las que tradicionalmente se ha movido la comunicación. Estas tecnologías se han incorporado en el proceso de enseñanza-aprendizaje, tanto en las estrategias de enseñanza como en los roles que desempeñan los profesores y los estudiantes. De forma que en educación se ha pasado de hablar de las TIC a hablar de las TAC (Tecnologías del Aprendizaje y del Conocimiento), dejando de centrarnos en los medios (la información y la comunicación) y poniendo el énfasis en el objetivo a alcanzar (el aprendizaje y el conocimiento).

En los últimos años, Internet y la gestión de contenidos en la nube ofrecen nuevas posibilidades para trabajar en proyectos colaborativos. Existen multitud de herramientas que apoyan el trabajo colaborativo. Vamos a enumerar algunas, organizadas en seis categorías. Herramientas para la gestión de comunidades, como MindMeister, Symbaloo (SymbalooEDU) e IdeaFlip. Entornos de trabajo como Office 365, Google apps, Edmodo y Gobby. Entre los recursos para la publicación encontramos a Blogger, WordPress, Wikispaces (Wikispaces Classroom) y Tumblr. Se pueden realizar videoconferencias a través de Skype, Hangouts, TeamViewer, o Mikogo. Compartir archivos con Dropbox, google Drive o WeTransfer. Y para la gestión de los proyectos podemos utilizar Trello, Basecamp, dotProject o projectPier. Pero debemos tener siempre presente que la tecnología sólo es un medio para que el trabajo en colaboración funcione. Un medio muy potente y que debe cambiar la forma de hacer las cosas, por supuesto, pero un medio.

El trabajo colaborativo resulta relevante y oportuno, por cuanto no solo se logra que los estudiantes aprendan sobre aspectos de la disciplina que estudian, sino que además desarrolla habilidades cognitivas cruciales en la sociedad de nuestros días: el pensamiento reflexivo, la formulación de juicios, la identificación de valores, el desarrollo del respeto y la tolerancia por la opinión de los otros.

Faraón Llorens Largo: Diplomado en Profesorado de EGB por la Universidad de Alicante (1982), Mestre de Valencià por el Gabinet d’ús del Valencià (1988), Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Valencia (1993) y doctor Ingeniero en Informática por la Universidad de Alicante (2001). He ejercido como Profesor de EGB desde 1983 hasta 1995, los diez años finales en Centros de Educación Permanente de Adultos. Estoy vinculado a la Universidad de Alicante desde enero de 1994 y actualmente soy Catedrático de Escuela Universitaria de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial.

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.
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