CARGANDO

Buscar...

AEA Todos Educamos Voz Educación Abierta

Lo que PISA no ve. Una discusión en torno a lo que las evaluaciones no pueden medir

Mesa 7: Lo que PISA no ve
Mediación: Joaquín Rodríguez y José Miguel Sancho

La gran mayoría de los estudiantes percibe que se les somete a pruebas carentes de valor y significado, test estandarizados de respuesta múltiple desvinculados de todo contexto y desprovistos de toda realidad; que las preguntas que se les plantean están, por eso, completamente descontextualizadas, desvinculadas de su entorno, y que se dirigen a alumnos individuales, nunca a grupos o colectivos que trabajen colaborativamente, porque lo que se premia, supuestamente, es el esfuerzo personal, el aparente mérito, aunque todos sepamos hace mucho que la mayoría de las cualidades vienen predeterminadas por factores socioculturales; que desconocen por completo los criterios que rigen y premian esas pruebas, porque nunca se les ha consultado cuáles deberían ser los parámetros que deberían utilizarse para valorar un proceso y un resultado; que estudiar consiste, en consecuencia, en satisfacer criterios arcanos memorizando datos, soluciones, operaciones, resultados finales, porque sigue imperando la lógica bancaria que describiera en los años 70 Paulo Freire: alumnos a los que se atiborra de información porque son como cuentas corrientes vacías que aspirarían a rellenar con la moneda escasa del conocimiento; que aprender nada tiene que ver con ser capaces de generar soluciones innovadoras a problemas reales, porque allí habría que poner en funcionamiento competencias para las que nadie les ha preparado. O que aprender consiste en un empoderamiento personal y colectivo mediante la construcción colaborativa del significado.

La organización escolar, la manera en que se organiza el aprendizaje, es parte del contenido de lo que se aprende, del contenido que se incorpora en forma de hábitos y disposiciones, y es parte, en consecuencia, del contenido y las competencias que se evalúan.

Si eso es así, y si en nuestras organizaciones escolares sigue imperando una lógica organizativa que prima todos los supuestos previos (memorización, datos, operaciones, descontextualización, competencia, individualismo), acabaremos midiendo aquello que el sistema induce subrepticiamente a medir.

Valoramos, por eso, lo que medimos, aunque estamos abocados a medir lo que se espera que midamos. 

La evaluación formal, sumativa, tal como plantea PISA y otras evaluaciones nacionales e internacionales (No Child Left Behind, por ejemplo), parece tratar, más bien, de valorar el conocimiento del currículum, pero apenas roza la estimación de la evolución personal de cada estudiante, la maduración colectiva del grupo con el que trabaja.

La enseñanza, el currículum y la evaluación de la actividad en el aula deberían aislarse de las pruebas de evaluación externa y de la estrecha caricatura del conocimiento que representan. Los test internacionales, según muchos de los participantes, deberían restringirse a la recopilación de datos con propósito científico para realizar comparaciones, predecir posibles impactos y medir la posible mejora del sistema educativo a lo largo del tiempo. Ahí radicaría el valor que, eventualmente, podrían aportar, pero eso poco tiene que ver con el aprendizaje individual y con la mejora colectiva.

Es posible que PISA se haya ido dado cuenta desde sus primeros test hasta hoy de que el modelo de la escasez del conocimiento y de la jerarquización meritocrática no tiene demasiado sentido en una sociedad de la abundancia informativa, de la cultura de la creación y la colaboración, y que necesitaríamos disponer de nuevas herramientas de evaluación que valoraran la colaboración y la participación, la compartición del conocimiento, el intercambio de información, la reutilización creativa de ideas y contenidos, la capacidad de innovar en respuesta los cambios constantes del medio.

La mayoría de los test, incluidos los de PISA, miden exactamente lo contrario, imbuidos seguramente de esa ideología que prima ciegamente los valores que el propio sistema socioeconómico enaltece. Pero PISA sigue siendo deudora de un modo de pensamiento sobre los objetivos y procesos de la escolarización anclados en el pasado: jerarquías, disciplinas, cánones, grados, estándares, credenciales de expertos, control. 

PISA tiene dos caminos posibles a seguir: condenarse a la irrelevancia mediante la insistencia en la medición de competencias y valores que nada tienen que ver la cultura contemporánea, con los principios y prácticas de quienes son sometidos a esas pruebas; o abrirse a la incertidumbre incorporando nuevos indicadores mucho más difíciles de medir pero mucho más relevantes para la vida en el siglo XXI.

Hay quienes, en todo caso, nos previenen de que no sería nada bueno que se adentraran por esta última vía, porque acabarían pervirtiéndola.

Este post es consecuencia de las reflexiones y preguntas surgidas en la jornada «Lo que PISA no ve», organizado por la Asociación Educación Abierta el día 11 de mayo de 2019 en MedialabPrado, en el marco del proceso de diálogo «Todos Educamos». Pincha aquí si quieres ver más posts como este.

Etiquetas

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.