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La evaluación nos permite anticipar la necesidad del cambio.

#CalmarEdu nº78.- La evaluación debe ser el momento final de un proceso. No es el objetivo sino el medio. El fin de la evaluación no es ser el fin de nada. Debe ser el comienzo de un proceso más rico.

La evaluación no es sino una forma específica de investigación educativa, que pretende fundamentalmente desarrollar y mejorar la realidad dentro de la que actúa. Es una práctica transformadora que, por tal de producir impactos en profundidad, requiere la activación de todos los agentes relevantes de carácter cultural, social y político que operan en el contexto en el que trabaja. Desde el punto de vista moderno, metodológicamente, la evaluación moderna incorpora nuevas lógicas que le facilitan la adaptación a las necesidades cambiantes del contexto social y educativo.

Tradicionalmente la evaluación ha estado conceptualizada como un proceso de carácter lineal. Con unos objetivos predeterminados y una finalidad. Sin embargo en la actualidad ese tipo de pensamiento implica una mirada estática y predeterminada de los objetos educativos a evaluar. Esta perspectiva no está en absoluto alineada con los procesos evaluativos emergentes que tratan de capturar información respecto de los fenómenos educativos actuales incardinados en sociedades y contextos educativos de claro matiz dinámico y cambiante.

En este nuevo contexto educativo es donde aparece la denominada “evaluación de desarrollo” modelo que supone no sólo una clara extensión, sino posiblemente superación del clásico binomio evaluación formativa/sumativa, que ponía el énfasis bien fuera en el proceso o en los resultados. Esta nueva formulación exige la aplicación de nuevas lógicas y es especialmente efectiva en el estudio de la práctica docente en situaciones de innovación y de cambio.

Patton (2011, p.28), describe la evaluación de desarrollo, como intencionalmente diseñada para evaluar los fenómenos educativos en el contexto de las sociedades modernas, caracterizadas por la incertidumbre y la complejidad y supone focalizar y usar la evaluación considerando simultáneamente tanto el camino como la destinación, ya que únicamente tenemos certezas sobre el origen del fenómeno. Analiza la situación a medida que se va desarrollando mediante procesos de análisis rigurosos, pero con la clara intención de usar los datos de manera comprensiva por tal de informar sobre las claves de la producción de la mejora de la calidad a evaluar y hacerlo en el contexto de su propio proceso.

Desde esta perspectiva, se concibe la evaluación como un proceso en sí mismo dinámico y flexible y específico para cada uno de los contextos en los que actúa y que involucra activamente a todos los agentes que operan en el sistema. La nueva naturaleza de la evaluación implica necesariamente que los procesos sobre los que se apoya, sean iterativos y cíclicos.

El concepto de evaluación de desarrollo va íntimamente asociado al de pensamiento evaluativo estratégico. Este concepto ha sido expresado de manera magistral en una publicación del International Development Research Center (Bennet i Jessani, 2011, p.24) cuando señala. “El pensamiento evaluativo estratégico es una forma singular de pensamiento, de percibir el mundo dinámicamente y que implica el análisis de mucha información, explotarla intensiva y exhaustivamente, desde muchos puntos de vista (360º) y que supone plantearse de forma sistémica el cuestionar, reflexionar, aprender respecto de la realidad educativa  y activar la vocación de transformarla.”

La evaluación percibida básicamente como un instrumento de acreditación o certificación de la calidad de cualquier artefacto educativo y orientada en exclusiva a la petición de responsabilidades, resulta cada vez más insuficiente y ha dado lugar a una nueva mirada sobre la misma que centra fundamentalmente su actividad en la construcción de pensamiento estratégico, paso previo a la definición de las políticas educativas y a sus objetivos más preeminentes, nos permite anticipar la necesidad del cambio, conocer su naturaleza y orientar adecuadamente todos los esfuerzos del conjunto del sistema educativo.

Referencias.

Bennet, G.  i Jessani, N. (2011). The Knowledge, Translation Toolkit, Bridging the Know-Do Gap: A Resource for Researchers. International Development Research Center. Recuperado de

http://ajpponline.org/resources/downloads/04TheKnowledgeTransalationToolkit.pdf

Patton, M.Q. (2011). Developmental Evaluation: Applying Complexity Concepts to Enhance Innovation and Use. New York: The Guilford Press.


#CalmarEdu nº78 bis. La evaluación debe estar en todo momento del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Si partimos del marco conceptual que hemos establecido en el apartado 78 respecto de la evaluación, es evidente que la evaluación no puede centrarse en exclusiva en los momentos finales del proceso de enseñanza-aprendizaje, sino que su presencia se sitúa a lo largo del mismo, aún es más, no debería establecerse diferenciación entre el proceso de aprendizaje y el de evaluación.

Consecuentemente la evaluación forma parte intrínseca del propio proceso de aprendizaje, la separación entre ambos es puramente académica y artificial, su unión debería ser absolutamente simbiótica y la realidad es que toda actividad de aprendizaje debería incorporar en su diseño y desde el principio la acción evaluativa.

Tal como hemos señalado anteriormente los nuevos modelos evaluativos denominados internacionalmente como de “desarrollo”, introducen nuevas lógicas evaluativas que buscan analizar simultáneamente el proceso y el resultado. Analizar la situación a medida que se va desarrollando, manteniendo la mirada sobre el resultado final deseado, es la única forma válida de capturar información relevante respecto del carácter dinámico del aprendizaje, que es donde se encuentran las claves más substantivas del mismo y son las que en realidad nos informan de cómo debemos proceder para orientar los procesos de mejora de los aprendizajes de cada uno de nuestros alumnos en particular y del conjunto en general.

Evaluar un proceso de aprendizaje implica, entre otras cosas, conocer toda la información posible de dicho proceso y situarla, para su explotación más comprensiva, en los contextos sustantivos en los que se produce, esta afirmación es la que fundamenta los cinco, a mi juicio, principios básicos de la evaluación moderna, que exponemos a continuación:

1.- La simple observación de la realidad ya la modifica. Si evaluar es fundamentalmente un proceso de asignación de valor a un fenómeno, cuando nosotros decidimos evaluar un determinado aprendizaje y hacerlo de una manera determinada le acabamos de conceder un plus de valor al contenido seleccionado y a la metodología aplicada para desarrollarlo. Cuando la OCDE fija las competencias clave a evaluar, mueve automáticamente a todos los sistemas a fijar su atención en los contenidos definidos como básicos y las metodologías de enseñanza-aprendizaje aplicadas para desarrollarlos como competencias. Decidir lo que se evalúa y como se evalúa exige un plus de responsabilidad por parte de loa evaluadores.

2.- Hemos de recordar que lo que observamos no es el fenómeno (el aprendizaje) en sí mismo, sino al fenómeno expuesto a nuestro método de preguntar. Aquí enfatizamos la importancia que tiene el sistema de prueba (metodología) para la evaluación, el uso plural de los diferentes sistemas de recogida de información evaluativa y la temporalización estratégica de su aplicación (momentos evaluativos).

3.- La evaluación se potencia enormemente analizando procesos simultáneos e interaccionándolos de forma sistemática y sistémica. Este principio proviene de la mirada cuántica sobre la evaluación. Al igual que la inteligencia artificial ha iniciado un proceso de crecimiento exponencial desde el momento que ha aplicado los principios de la mecánica cuántica en la creación de los nuevos artefactos informáticos, contemplar la evaluación de los aprendizajes vinculada e interaccionada con otras evaluaciones (del centro, del sistema, etc.) enriquecerá notablemente nuestra comprensión del fenómeno y facilitará la toma de decisiones.

4.- La evaluación es el único instrumento potente del que disponemos para superar los procesos de incertidumbre de los sistemas educativos, provocados por su desarrollo en los marcos sociales actuales que son, por propia naturaleza, de altísima complejidad. La evaluación, como el poema de Machado, supera el desconocimiento de no saber dónde vamos, señalando que el camino lo construimos con nuestro propio caminar.

5.- Consecuentemente, la evaluación en general y la de los aprendizajes en particular deben superar la fase de utilización ligada exclusivamente a la certificación de la calidad, para constituirse en la clave de la construcción de la misma. La evaluación es el factor fundamental para la construcción del pensamiento estratégico, elemento imprescindible en la gestión de la mejora de la calidad de los sistemas.

Para finalizar mi aportación me agradaría señalar, y en el contexto de la síntesis final, los aspectos éticos de la evaluación. Evaluar siempre implica el acto de establecer socialmente el valor de algo y que, para conseguirlo, no bastará con una simple recogida de información, o de un análisis estadístico exhaustivo. Sino que será preciso interpretar la información, ejercer una acción crítica sobre ella, buscar referentes, contextualizarla, analizar alternativas interpretativas, ofrecer visiones no simplificadas de la realidad, etc. Implicará, por encima de todo, la creación de una cultura evaluativa, donde ubicar adecuadamente esta nueva forma de conocimiento.

Desde esta nueva consciencia de la dimensión cultural de la evaluación, hemos de saber que la evaluación legítima el valor de ciertos tipos de prácticas educativas frente a otras y discrimina consecuentemente aquello que tendrá reconocimiento social y educativo respecto de lo que no recibirá ninguna consideración.

Desde la evaluación se orientan los aprendizajes tanto en lo que se aprende como en cómo se aprende, pero si no se actúa con responsabilidad, es muy sencillo, desde la propia evaluación, pervertir su sentido fundamental y más que orientar puede ser que lo que hagamos sea condicionar el conjunto del sistema y sujetarlo a un conjunto de intereses alejados de la práctica educativa éticamente responsable.

En consecuencia, a la complejidad de la acción evaluadora tendremos que añadir la importante cuota de responsabilidad que lleva asociada su ejercicio, y que tal como señala Kvale (1990), adquiere irremisiblemente connotaciones de acto de poder. Estableciendo un cierto paralelismo con Yuval Noah (2016), cuando en Homo deus. Una breve historia del mañana, habla del drama que se puede producir en el futuro, por el hecho de que inteligencia y consciencia puedan definitivamente desarrollarse por separado en el contexto de la eclosión de la inteligencia artificial. El conocimiento evaluador y el axiológico corren exactamente el mismo peligro, también, han sufrido períodos en los que se ha intentado separar su evolución. En un claro posicionamiento ético por parte de los profesionales de la evaluación, nunca deberíamos ignorar que la axiología ha de ser la conciencia de la acción evaluativa, ha de constituir el faro que ha de iluminarla y ha de ser siempre el factor legitimador del diseño global de cualquiera de sus procesos.

Referencias:

Kvale, S. (1990). Evaluation and decentralization of knowledge. En M. Granheim et al., Evaluation as policymaking. Londres: Jessica Kingley Publishers.

Noah, Y. (2016). Homo deus: Una breve historia del mañana: Barcelona: Ediciones 62.

Joan Mateo Andrés: Secretario de Políticas Educativas y Presidente del Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo del Departamento de Educación. Catedrático de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Barcelona. Destaca en su extenso currículum las numerosas publicaciones en las que ha participado.

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.

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1 Comentario

  1. Fanny Paz Salazar 10 mayo, 2018

    Me parece un articulo muy interesante, la evaluación de desarrollo es una oportunidad para contar con suficientes elementos estratégicos que conlleven a la toma de decisiones que ayuden al desarrollo de un proceso metodológico que involucre el desarrollo de competencias dentro del proceso evaluativo de las metodologías de enseñanza aprendizaje.

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