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«Si no cambiamos nuestra lógica evaluativa poco cambiaremos en Educación.»

#CalmarEdu nº77. La reflexión y el diálogo sobre la evaluación es pensar en los fines de la educación. Reflexionar sobre la evaluación que queremos es una forma de reflexionar sobre la educación que queremos.

Dos ideas fundamentales me gustarían que animara nuestra reflexión sobre la estrecha relación que tiene la evaluación, la lógica educativa que subyace en ella y los procedimientos que utilizamos, con los fines mismos de la educación:

– Una, es la toma de conciencia sobre la capacidad de la evaluación como motor orientador del resultado final que alcanza el estudiante en su aprendizaje, y

– otra, es el valor intrínsecamente pedagógico de las prácticas evaluativas como generadoras de cultura y valores en los estudiantes, relacionados directamente con nuestros fines educativos.

No debería sorprender la afirmación: “Si no hay cambio en evaluación, no hay cambio real en educación”. Los que vivimos el mundo educativo observamos cómo las metodologías de enseñanza-aprendizaje han ido cambiando de forma notable en nuestras aulas, son más activas y significativas para el estudiante. Igualmente observamos unas relaciones entre profesorado y estudiante más horizontales y de confianza que las de antaño y unos recursos pedagógicos muchos más atractivos, actualizados y adaptados a la sociedad digital. Sin embargo, cuando nos fijamos en las prácticas evaluativas nos encontramos con actividades tradicionales y, aunque se vislumbra interés por el uso de nuevos procedimientos, aún sigue siendo la evaluación la “pariente pobre” de la innovación y el cambio educativo.

Esta situación resulta triste cuando es un hecho reconocido que la evaluación es el motor del aprendizaje, es la que orienta los esfuerzos del estudiante, la que determina qué aprende y cómo lo aprende y,  en definitiva, cuál será el resultado final de la intervención educativa.

A la hora de la verdad, los objetivos educativos que el alumnado adquiere al final de su aprendizaje son aquellos que están representados en las actividades evaluativas, que pueden coincidir o no con los descritos en las programaciones didácticas.

Las finalidades educativas se centran en  aprendizajes de competencias y el reto, por consiguiente, es plantear procesos evaluativos que valoren competencias sobre todo aquellas de naturaleza  transversal como son las competencias para trabajar en la complejidad, para tratar la ambigüedad y la incertidumbre, para actuar con sensibilidad y respeto del contexto, para ser cooperativo, para gestionar la motivación, la emoción y el deseo o la tan importante  competencia para gestionar el propio aprendizaje. Para estos fines educativos, las tradicionales estrategias evaluativas centradas en técnicas de “código cerrado”, con énfasis en el pensamiento convergente, en la evocación y reconocimiento, individualista y fragmentada por asignatura, resultan totalmente insuficientes y de escasa utilidad.

Son necesarios procesos evaluativos auténticos (con significado y utilidad para el estudiante), plurales (con múltiples evidencias, no meramente cognitivas) y personalizados (ajustados a las distintas formas de aprender) y ofrecer al estudiante formas y escenarios evaluativos ajustados a su actual manera de aprender (fundamentalmente colaborativa), procesar la información (de manera divergente) y crear conocimiento (poniendo en juego su creatividad).

Podemos mejorar e innovar en nuestro medio educativo, pero si nuestra evaluación sigue planteándose de manera tradicional poco es lo que avanzaremos. El resultado final de los esfuerzos dependerá de qué tipo de evaluación realicemos.

Es precisamente en las prácticas evaluativas donde podemos observar la mayor distancia entre las actividades que hacemos en el aula y los avances teóricos ocurridos en estas últimas décadas en evaluación que ofrece la literatura especializada, tanto por lo que respecta a su sentido en la relación educativa como a los procedimientos a utilizar.

En el portal de Educar chile podemos consultar prácticas evaluativas sugerentes en una línea de evaluación para los aprendizajes (y no de los aprendizajes) desde el enfoque de la “Evaluación auténtica”.

¿Alguna vez nos hemos preguntado sobre el valor pedagógico intrínseco que tienen nuestras prácticas evaluativas? Nos  cuestionamos qué tipo de estudiante desarrollamos según creamos con la evaluación un espacio educativo de control y de subordinación o  un espacio de diálogo, consensos y de responsabilidad compartida.

La forma de evaluar y la cultura que enmarca nuestras actividades evaluativas generan en el estudiante unos valores y no otros, unas formas de ser y de comportarse y no otras. ¿Deseamos unos estudiantes pasivos, sumisos, reproductivos sin control sobre su aprendizaje o, por el contrario, nuestro interés es contribuir al desarrollo de unos estudiantes activos, críticos, creativos y con control sobre su aprendizaje?, lo que entronca directamente con nuestros fines educativos.

Podemos transformar la evaluación en un espacio donde el alumnado tenga un papel activo, en un espacio de diálogo donde se ponga en práctica los elementos que caracterizan la deliberación y el juicio crítico, la capacidad para argumentar, para llegar a consenso y ser responsable ante los compromisos asumidos.

El proceso de diálogo y la participación real del alumnado en la toma de decisiones sobre los componentes del proceso evaluativo (criterios, estándares, estrategias, etc.) constituyen los fundamentos básicos de las propuestas innovadoras de hoy en el campo de la evaluación. Y en este proceso de participación, de cambio y mejora, la autoevaluación del alumnado y la coevaluación juegan un papel esencial y cada vez más reconocido. En ambos sistemas de evaluación el alumnado pone en juego habilidades para la negociación, discusión, argumentación, reconocimiento del valor del otro, respeto y responsabilidad con los compromisos adquiridos, a la vez que estimula la autonomía y capacidad del estudiante para gestionar su aprendizaje.

Algunas sugerencias de actividades en esta línea podemos consultar en el  artículo de F. Javier Murillo y Nina Hidalgo: Editorial Evaluación Democrática y para la Democracia – Dialnet

Reconocer el valor educativo y formador que tienen para el alumnado las situaciones de evaluación nos debería animar a superar aquellos agotados planteamientos tradicionales e intentar con ilusión y valentía probar nuevas rutas que generen cambio y dinamismo vivo en la evaluación que exigen

– nuestros objetivos educativos en términos de competencias, sobre todo las tan importantes transversales.

– las nuevas formas de aprender y hacer de las actuales generaciones de estudiantes y

– el desarrollo de una ciudadanía democrática para una sociedad que cada vez más necesita de ciudadanos con capacidad crítica y responsabilidad.

¡Si no cambiamos nuestra lógica evaluativa poco cambiaremos en Educación!

De nuestros lógica y procedimientos de evaluación dependerá que nuestros fines y objetivos educativos queden o no en mera retórica, muy loable pero que no llegamos a alcanzar.

Flor Cabrera Rodríguez es Catedrática de Medición y Evaluación educativa en la Universidad de Barcelona.

  • F. A. Cabrera (2000) Evaluación de la formación. Madrid: Ed. Síntesis
  • F. A. Cabrera (2001) Evaluación de los aprendizaje centrada en el proceso, en Revista Española de pedagogía, 218-, (pp25-48)
  • F.A. Cabrera:  (2011) Evaluación y ciudadanía. Atendiendo  a la diversidad: Evaluación participativa autogestionada,  en A. Pantoja, M. Zwierewicz, R. Moraes (coords), Diversidad y adversidad en Educación. Jaen: JOXMAN Eds.
  • F. Cabrera (2007). Evaluación de programas de Ciudadanía intercultural. En Bordón. Revista de Pedagogía, 59, nº 2 y 3. (pp375.400)

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.

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1 Comentario

  1. Fanny Paz Salazar 7 junio, 2018

    Comparto con la autora de este artículo ,si no cambiamos la forma en que los docentes venimos evaluando a los alumnos no habrá cambios significativos en la educación, nos hemos acostumbrado a medir cuánto ha aprendido en alumno, si ha reproducido y como lo ha hecho con los conocimientos impartidos, pero no hemos establecido lineamientos claros de evaluación. Es hora que cambiemos los parámetros para evaluar y sepamos que las sociedades requieren ciudadanos formados con competencias de ser , críticos, creativos y con control sobre su aprendizaje para responder de forma eficiente en la vida, dejar atrás la educación bancaria y saber que si no se lo prepara activamente para enfrentar los problemas que se generan en el diario convivir , no estamos preparando ciudadanos para la vida, Los estamos dejando fuera de un entorno competitivo que requiere una alta preparación para luchar y discernir sobre los problemas que la sociedad de consumo necesita.

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