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Plan para una educación postpandemia

El 5 de marzo de 1774 Denis Diderot partió de San Petersburgo a La Haya, después de haber pasado ocho meses en la corte de Catalina La Grande. La razón principal de su regreso, quizás, fue que después de todos aquellos meses de conversaciones privadas con la soberana en el Petit Hermitage, ninguno de sus consejos y recomendaciones, ninguna de sus políticas y prácticas reformistas, fueron atendidas. Es posible que, al principio, Diderot creyera de manera genuina que aquellas conversaciones cortesanas podrían conducir a la reformación de la Rusia feudal, pero pronto se dio cuenta de que aquello no pasaba de ser un encantador juego palaciego sin consecuencia real alguna. Es probable, también, que Catalina se sintiera tan aliviada como Diderot cuando éste último anunciara su marcha. Lo curioso finalmente del caso es que el último encargo que Catalina realizó a Diderot fue el de que esbozara un Plan de una Universidad para el Gobierno de Rusia o de una educación pública en todas las ciencias [1].

Diderot acometió aquel encargo con el fervor de quien cree que uno de los fundamentos del cambio social, quizás el más determinante, es el de la educación. Quien haya leído ese documento anticipatorio sabrá que está dedicado, en gran medida, al ensalzamiento de los conocimientos prácticos y a la restauración de los saberes artesanos, materias de las que no podía carecer una universidad moderna, pero más allá de la utilidad práctica de lo aprendido Diderot consideraba que había al menos dos valores fundamentales que sustentaban atemporalmente el fin de la educación: “No hay nada variable en la educación pública, nada que dependa principalmente de las circunstancias. El objetivo será el mismo en cada siglo: hacer hombres virtuosos e iluminados”, hacer seres humanos íntegros, honestos, esclarecidos y con la lucidez necesaria para afrontar sin titubeos las dificultades de su tiempo. 

Diderot se anticipó en esta formulación a la que algunos años después haría famosa su coetáneo Wilhelm Von Humboldt quien, en 1793, en su Theorie der Bildung der Menschen[2] (Teoría de la educación de los hombres), escribiría: “La educación es, sobre todo, la autorrealización y el desarrollo más armonioso de toda la persona”. Ese afán de integridad y desarrollo global y harmónico estaba radicado en el espíritu de la época, en el Zeitgeist. Más allá de los valores económicos e instrumentales del conocimiento (Ausbildung) se situaban, inequívocamente, los valores de la autorrealización, la libertad y la conexión solidaria y resonante con el mundo (Bildung): “La tarea final de nuestra existencia: dar el mayor contenido posible al concepto de humanidad en nuestra persona, tanto durante nuestra vida como más allá, a través de las huellas de la actividad viviente que dejamos atrás: esta tarea se resuelve sólo vinculando nuestro ego con el mundo en la interacción más general, activa y libre”. 

En el espíritu que parece aflorar sobre el sedimento de la crisis de la actual pandemia, pujan por sobreponerse valores que creíamos olvidados, valores afines, en gran medida, a la concepción ilustrada de la educación, valores que no podrán germinar sin una decidida intervención de la escuela y sin una transformación radical del marco de nuestras relaciones económicas y sociales, de la manera en que concebimos nuestra relación con el mundo y entre nosotros. Si la crisis de la pandemia ha puesto algo de relieve es que no cabe superarla de manera individual; que es preciso entender nuestra profunda interdependencia (entre seres humanos y entre ellos y su entorno natural); que es necesario reforzar los lazos de solidaridad extendiendo nuestra idea de un nosotros reducido a otro extendido; que es preciso robustecer nuestro sentido de comunidad abjurando del tribalismo; que debemos prestar atención a los cuidados mutuos extendiéndolos al cuidado y el respeto por todo lo que vive; que es imperativo reencontrar los vínculos de nuestro yo con el mundo, como deseaba Humboldt, formas de resonancia con nuestro entorno que den fin a nuestra relación devaluada y enajenada con la biosfera; que es imprescindible dedicar tiempo al cultivo de algunas riquezas básicas, como la de los vínculos sociales fuertes y resilientes; que resulta clave aspirar a formas de autorrealización sustentadas en la dignidad personal y en maneras de ocuparnos que nos procuren sentido; que resulta forzoso repensar la educación para realizar una transición urgente desde el aprendizaje por Shock, limitado a la mera reacción, hasta el aprendizaje innovador capaz de anticiparse con criterio lúcido, crítico y fundamentado a lo que el presente augura que podrá suceder en el futuro, una reivindicación que proviene de uno de los informes que emitió hace ya cuatro décadas el Club de Roma, Aprender, horizonte sin límites[3]. Que es necesario, de nuevo, hacer hombres y mujeres virtuosos e iluminados.

En los últimos meses se han listado decenas de posibles valores que sustentarían estas aspiraciones:

Estos nuevos valores, que aspirarían a convertirse en transversales y configuradores de una nueva disposición, entran en colisión con muchos de los valores que configuran las listas de las denominadas soft skills actuales[4], y ese es precisamente el principal problema al que deberemos (o no) enfrentarnos: Félix Guattari [5] explicó en Las tres ecologías[6] que toda cultura configura la relación de sus miembros con el medioambiente, consigo mismos y con los demás. Nuestro sistema socioeconómico contemporáneo no habría de ser menos, de forma que, si pensamos de qué manera modela esas tres dimensiones fundamentales de nuestra vida, la respuesta podría ser: seguimos pensado el medio extractivamente, como fuente inagotable de recursos y soporte de un crecimiento virtualmente interminable; nos percibimos a nosotros mismos como sujetos que construyen su identidad por lo que poseen, por lo que acumulan, por lo que muestran, impelidos a realizar un marketing permanente de sí mismos, a mostrarse idealizadamente, como piensan que los demás querrían verlos; y nuestras relaciones sociales están mediadas por la preeminencia de nuestros intereses personales, no los del grupo. Como dijo una política que se quiso hacer pasar por antropóloga y cuyas aseveraciones contribuyeron a configurar el imaginario contemporáneo, “pero ¿quién es la sociedad? ¡no existe tal cosa! Hay hombres y mujeres independientes y hay familias y ningún gobierno puede hacer algo, excepto a través de la gente, y la gente primero tiene que luchar por sí misma”[7].

Si realmente creemos lo que ahora decimos y aspiramos a que los valores de los que hablamos ahora, con ocasión de la crisis, prevalezcan y constituyan el nuevo fundamento de nuestra convivencia, no quedaría más remedio que cuestionar radicalmente los valores que han sustentado durante dos siglos el sistema en el que hemos crecido, el sistema que pretende reproducirse y prolongarse en el tiempo por medio de un conjunto de valores y soft skills que se agregan acrítica e inadvertidamente a todos los planes de estudio. 

Fuente: The Human Skills Matrix Infographic. https://jwel.mit.edu/assets/document/human-skills-matrix-infographic

Si nos fijamos en algunos de los marcos competenciales de alto nivel publicados en los últimos tiempos, como el que pasa por ser el resultado de un metaestudio[8] que recoge, a su vez, las principales aportaciones de otros 41 marcos principales, es posible que pudiéramos rescatar muchas de esas habilidades para ser incluidas en un marco como el propuesto previamente —comunicación, colaboración, empatía, cuidado de las relaciones, creatividad, adaptabilidad—, pero no viceversa: apenas cabrían en esta matriz de las habilidades humanas ninguna de las propuestas en el marco preliminar, y eso por una muy buena razón: porque el ámbito de competencias delimitado por el MIT y otras tantas organizaciones se refieren a “24 habilidades duraderas que los trabajadores necesitan para prosperar en las organizaciones de hoy en día que evolucionan rápidamente”. Son competencias utilitarias, operacionales, instrumentales, las que esperaría identificar una agencia de empleo.

Para estar a la altura de lo que la realidad actual nos demanda, sin embargo, no basta con conformarse con valores funcionales que tenderán a refrendar y reproducir la situación previa a la crisis actual, terca y obstinadamente. Será necesario caer en la cuenta que deberemos promover una relación con la naturaleza que no la perciba como fuente inagotable de recursos extraíbles; que deberemos fomentar relaciones de cuidado mutuo en comunidades que no exalten la tribalidad sino los lazos de interdependencia y fraternidad; y que deberemos propiciar una construcción de la identidad y la subjetividad individual que no conforme con apegarse al mero parecer, sino que se fundamente en la dignidad y libertad. 

El programa no es sencillo porque la hidra de la inercia intentará arrastrarnos al punto de partida, pero deberíamos ser conscientes de que la escuela configura por completo, en su totalidad, la forma y cualidad de nuestras relaciones con el mundo, con nuestro entorno, con los demás y con nosotros mismos, y que el papel de la educación, de nuevo, como ha sucedido en cada siglo, debería ser el de hacer seres humanos virtuosos e iluminados.

Valga este Plan para una educación postpandemia como recordatorio y punto de partida.

AUTOR: Joaquín Rodríguez, miembro de la Asociación Educación Abierta


[1] Diderot, D. 1875. Plan d’une université pour le gouvernement de Russie ou d’une éducation publique dans toutes les sciences http://obvil.sorbonne-universite.site/corpus/critique/diderot_plan-universite/

[2] Humboldt, A. Von. 1960. “Theorie der Bildung der Menschen”, pp. 234-240, en Schriften zur Anthropologie und Geschichte, Stuttgart, J.G. Cotta’sche Buchhandlung. https://homepage.univie.ac.at/henning.schluss/seminare/081-Bildungspolundsoz-Potsdam/Texte/Humboldt_TheorieDerBildungDesMenschen.pdf

[3] Botkin, J.W., et.al. 1979. Aprender, horizonte sin límites, Madrid, Santillana.

[4] Skills development. World Bank https://www.worldbank.org/en/topic/skillsdevelopment Skills for the 21st Century: findings and policy lessons from the OECD survey of adult skills http://www.oecd.org/officialdocuments/publicdisplaydocumentpdf/?cote=EDU/WKP(2018)2&docLanguage=En

[5] Félix Guattari https://es.wikipedia.org/wiki/F%C3%A9lix_Guattari

[6] Guattari, F. 2000. Las tres ecologías, Valencia, Editorial Pre-textos, 80 p.

[7] Thatcher, M. Declaraciones realizadas el 31 de octubre de 1987 a Woman’s Own https://es.wikipedia.org/wiki/Margaret_Thatcher

[8] The Human Skills Matrix. MIT J-WEL https://jwel.mit.edu/human-skills-matrix

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