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«Todas las familias tienen un objetivo común que las vincula: sueñan con un futuro mejor para sus hijos.»

#CalmarEdu nº27. Los padres también pueden y deben aprender de la escuela para romper inercias que conducen a que sus hijos reproduzcan su condición social. La escuela debe favorecer la participación de padres y madres.

La escuela puede ser uno de los agentes que invierta las lógicas de desigualdad social actuales y, para ello,la participación de las familias es fundamental. Pero, la participación, ¿en qué escuela? Una escuela diversa donde convivan familias de distintos orígenes, etnias, situaciones económicas; una escuela que sea reflejo de la sociedad en la que vivimos. Esa escuela, la escuela en la que creo, debe atender a criterios de inclusión y no de segregación, en la que la convivencia con la diferencia sea un valor y no un lastre para aquellos alumnos “de éxito”. En esa escuela se enseña para la vida y no solo para el trabajo.

Si esas premisas se cumplen, entonces la escuela es un lugar de generación de recursos y de aprendizaje privilegiado para niños, niñas y familias. El aprendizaje se produce en comunidad, no de forma atomizada, y las familias son una parte muy importante de la comunidad educativa. Para padres y madres es una oportunidad de aprender a mirar de nuevo de la mano de niños y niñas que juntos desean, conocen, pelean, juegan, demandan, proponen, confiando en la misma metodología que produce el aprendizaje significativo para el alumnado escolar. Hablaré de cuatro puntos fundamentales: un aprendizaje con otros, a través del vínculo, ligado a la vida y desde la práctica

Aprendizaje con los otros. La escuela es un espacio de convivencia con vecinos y vecinas que tienen distintas formas de vida, valores, culturas y orígenes de los que aprender. Si bien en nuestro día a día los lugares de tránsito, en lo laboral o en los espacios de consumo pueden estar muy alejados a los de de nuestros vecinos, la calle y la escuela debe entenderse como un común urbano. Aprendemos del relato del otro, de la confrontación en la toma de decisiones, del ejemplo. En este sentido, una escuela donde todas las familias compartiesen una misma condición social y un mismo origen étnico-cultural sería una pérdida de oportunidad en términos de aprendizaje.

En uno de los colegios donde trabajo todas las familias tienen una situación económica y cultural muy similar. Al realizar una investigación sobre la pobreza con niños y niñas de primaria, las únicas imágenes que describían de primeras eran de África en lo que identificaríamos rápidamente con campañas publicitarias de ONGs. La falta de referencias, falta de mundo de mi alumnado, pasa por la falta de convivencia con la diferencia y es cuna de prejuicios para ellos y para sus familias.

Aprendizaje a través del vínculo. Todas las familias tienen un objetivo común que las vincula: sueñan con un futuro mejor para sus hijos. El convertir la escuela en un lugar de bienestar, de cuidado, de cariño y de diversión debe ser prioridad para que todo el alumnado consiga aprender y salir preparado de la escuela (a nivel de contenidos y de habilidades sociales). Del mismo modo, el vínculo ha de trabajarse entre las familias y con el profesorado pues solo así podrá ser referencia para los adultos que acompañan el proceso formativo de niños y niñas. En mi caso, trabajo en un colegio donde hay muchas familias de etnia gitana para las que el cuestionamiento de los roles de género y la diversidad sexual no es prioridad ni mucho menos en la formación de sus hijos e hijas. Hemos hecho obras de teatro pensando sobre Medusa y el rol de la mujer en la mitología, coreografías de twerking con su investigación paralela, talleres de Drag Queen y Drag King que cuestionan la masculinidad y la feminidad, nos hemos pintado los labios (chicos incluidos) para salir al patio a darnos besos. Todo eso solo es posible por la inmensa confianza que las familias tienen en el profesorado. Una de las cosas que nos cuestionamos en ejemplos como este es si la escuela es un espacio al margen del hogar donde se permiten actitudes que jamás se permitirían en lo privado. En cierto modo sí, pero es una cuestión de tiempo. El Día del Pueblo Gitano varios alumnos y alumnas se travistieron en el fotocall de ropa tradicional mientras sus mayores miraban de reojo en la caseta de flamenco. Pequeñas rupturas como ésta son posibles porque mi colegio es un colegio de todos donde el afecto se practica todos los días, haciendo que las defensas bajen y surja la curiosidad por el otro.

Aprendizaje ligado a la vida. Para que las familias aprendan de la escuela, la escuela debe aprender de las familias. Es fundamental conocer los problemas, los logros, los miedos, los anhelos de las familias de una comunidad educativa para proponer actividades de participación adecuadas a los contextos. Los contenidos de la escuela deben verse como útiles a la vida y para ello hay que conocer la vida de quienes acuden a la misma.

Aprendizaje a través de la práctica. Aprendemos haciendo, lo que en el caso de las familias es: aprendemos participando. Ahora bien, los mecanismos de participación no pueden ser universales sino que, como vengo defendiendo en cada uno de los puntos anteriores, deben adecuarse a las realidades en las que se instituyen. En uno de los colegios donde trabajo las familias participan: acompañando en las excursiones, en las aulas interactivas (por rincones), haciendo turnos en los desayunos, tocando y cantando en las fiestas, organizando el mercadillo de la fiesta de invierno, acudiendo a las reuniones del AFA para formular proyectos de innovación pedagógica, buscando financiación extra para las extraescolares, etc. Las familias de un colegio son un banco de recursos riquísimo y valorar a cada uno según lo que tiene será la clave para una participación inclusiva no logocéntrica.

Reitero: todas las familias sueñan con una vida buena para sus hijos e hijas. La participación de familias en una escuela inclusiva es una forma romper con la reproducción automática de las condiciones sociales. Como dice Isabel Bueno (profesora del CEIP Manuel Nuñez de Arenas) una de las labores de la escuela es “lograr que los alumnos vean que tienen otras puertas. A los que se las niegan, que vean que existen. Y a los que se las definen, que vean que hay más y sepan elegir. Eso es para mí enseñar para la vida: abrir el futuro

(https://www.eldiario.es/interferencias/aprender-marea_verde-educacion_publica_6_363673647.html)

Paula Cueto: es actriz y filósofa. Fundadora de la Asociación Cultural Calatea dedicada a la realización de proyectos pedagógicos y de intervención social a través del arte. Coordina proyectos como Piel con Piel, realizado en diez institutos de secundaria de la Comunidad de Madrid o Teoría de Conjuntos en el Manuel Nuñez de Arenas en los que se ha especializado en el trabajo de género mediante la performatividad y el teatro.

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.
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