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«No hay mejor escuela que la de la conversación y no hay escuela sin ella.»

#CalmarEdu nº10. En el siglo XXI la alfabetización es múltiple. Los nuevos analfabetos habrán estado escolarizados, pero no sabrán diferenciar entre la verdad y el engaño, y vivirán bajo la amenaza de la exclusión.

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.

Miguel de Cervantes: El Quijote.

Vivimos en los lenguajes

A veces, en educación, damos mucha importancia a lo accidental y soslayamos lo sustancial. Esto sucede con el lenguaje y con los lenguajes. Consideramos el lenguaje –o, mejor, los lenguajes- como meros instrumentos –instrumentos para comunicarnos o expresarnos-. Y nos olvidamos de lo esencial: que las personas, individual y colectivamente, somos lenguaje.

Los lenguajes nos conforman. Son nuestra materia vital, el entorno básico de nuestro ser. No habría humanidad sin lenguajes capaces de señalar y ordenar la realidad, sin relatos capaces de organizar la acción y la cooperación, sin discurso –míticos o no- capaces de justificar nuestra existencia, y sin ficciones discursivas que nos permiten imaginar, crear, y atisbar el futuro. No se habría producido la denominada revolución cognitiva del Homo Sapiens, sin esa energía y ese poder que le confiere la capacidad semiótica, esa habilidad para usar y recrear todo tipo de lenguajes.

En definitiva, no estaríamos donde estamos sin el concurso de miles, cientos de miles de lenguajes y sistemas de significación que, desde la escritura a la informática, pasando por el arte y las matemáticas, han construido sistemáticamente nuestra manera de ser y relacionarnos.

La malversación de los lenguajes en la enseñanza

Pero en los sistemas educativos, habitualmente no aprovechamos el caudal energético y creativo de los lenguajes ni de su enseñanza. Lo rutinario y lo habitual es establecer un sistema de inserción del lenguaje en los curricula bastante pobre y deficiente: esclerotizado.

Así es bastante frecuente: a) Dividir y fragmentar el aprendizaje de los lenguajes: lengua vernácula y extranjera; lenguajes formales –matemática, notaciones químicas, música, informática y programación etc.-; semióticas artísticas; literatura, cine, etc. b) Asimilarlos pragmáticamente, sin reflexión ni desarrollar conciencia sobre su naturaleza y su uso. c) Asumirlos normativamente, sin considerarlos herramientas de creatividad y de cambio; sin darnos cuenta que están, constantemente, creando sus propias reglas. d) Descontextualizarlos de su realidad y de su historia: comentamos textos fuera de contexto; asumimos contenidos sin relacionarlos con sus formas de expresión; enfocamos las expresiones y los mensajes sin darnos cuenta del peso que tiene sobre nuestra psicología y nuestra realidad.

Alfabetización engañosa

De este modo, en educación conseguimos éxitos aparentes, engañosos. Consideramos alfabetos a los que apenas saben descifrar denotaciones, sin ser conscientes de las connotaciones y de las polisemias; a quien saben hablar o decir, pero difícilmente se plantan reflexivamente el sentido y la utilidad de lo que dicen; a quienes asumen, sin crítica ni discusión, los presupuestos, prejuicios y contenidos encubiertos que se encuentran en todo lenguaje y que, sin embargo, operan como disolventes del pensamiento y de la conciencia. Pero se trata de una alfabetización engañosa.

Engañosa en un doble sentido.

Primero, porque estar alfabetizado así no revela ni adquisición del sentido, ni de la conciencia, ni capacidad de expresión autónoma. Cuando aceptamos esta idea de alfabetización, estamos potenciando automatismos, convenciones, falsas normalidades, docilidad y gregarismo. Realmente, no estamos alfabetizando en el sentido noble del término.

Segundo, porque alfabetizar así es doblegarnos ante el engaño, ante la ficción embustera, es dejarnos a la intemperie de la desinformación, y de la manipulación. Porque estando alfabetizados así es, sencillamente, aceptar la receptividad en el uso del lenguaje, la pasividad o, en todo caso, la pura reactividad. Pero esto no nos hace capaces de dialogar, auténticamente, de conversar, de entendernos y de comprender. Por tanto, nos resta autonomía personal e inteligencia colectiva.

Y todo ello viene a significar que en el futuro habrá alfabetizados dóciles; prestos a obedecer sin discutir, incapaces de pensar en alternativas; sin capacidad para ser libres en el uso del lenguaje.

Lo cual equivale a que en una sociedad como la nuestra del siglo XXI -en la que la información nos abruma, las tecnologías absorben información personal y la convierten en big data que se utilizan para nuestra manipulación y en la que, como nunca, dependemos de los múltiples lenguajes que nos rodean- estaremos viviendo siempre en un perpetuo engaño o auto-engaño. Y que, al hacerlo,  una gran parte de la humanidad quedará excluida así del auténtico derecho de la ciudadanía que no consiste en otra cosa que ser capaz de expresarse, pensar e imaginar libremente.

Por una alfabetización múltiple, crítica y creativa

Es justamente lo contrario lo que necesitamos. Lo sistemas educativos tienen que asumir que:

1. Alfabetizar es dotar de capacidades en múltiples lenguajes: se trata de encontrar en todos ellos el núcleo semiótico común, o sea, lo que hace a los lenguajes creadores de sentido –con independencia de su sustancia de la expresión o del medio en que se insertan-.

2. Alfabetizar es potenciar el sentido crítico: hablar y utilizar lenguajes es pensar e imaginar la realidad de modo alternativo, organizar y ordenar nuestra acción con proyectos, con ideales y utopías. Y nada de ello existe sin crítica.

3. Alfabetizar es promover la capacidad de reflexionar sobre nuestro propio lenguaje: dominar un lenguaje, el que sea, nos es obedecer sus reglas y sus normas. Sino que es comprenderlas y ser capaz de transformarlas y recrearlas. Por eso no hay alfabetización sin adquisición profunda de la conciencia sobre el lenguaje.

4. Alfabetizar es enseñar a concertar acciones: nada más práctico que dominar un lenguaje o muchos para cooperar con los demás. De ahí que una alfabetización auténtica requiere el dominio de la praxis y del entendimiento con los demás, y una confrontación auténtica con la realidad.

5. Alfabetizar es capacitar para la creación: los lenguajes nos sirven para imaginar, para soñar y aventurarnos a inventar. Por eso no hay alfabetización profunda sin sentido de la creatividad.

6. Alfabetizar es resistir al engaño y la falsa ilusión: saber resistir el canto de las sirenas, las falsas promesas; saber enfrentarse a la retórica, a la demagogia, al adoctrinamiento. Una persona alfabetizadas es la que gobierna sus propias creencias y convicciones.

La escuela de la conversación

Solo será posible esta nueva alfabetización si con calma, si con paciencia y atención se fomenta la conversación directa y personal entre los estudiantes. Entre todos. No hay mejor escuela que la de la conversación y no hay escuela sin ella.

Conversar es caminar juntos, afrontar un mismo entorno real. Es salir del aislamiento y de la docilidad que muchas veces nos imponen la adicción y la sujeción a las redes sociales. Es estar juntos realmente. Es sentirse solidarios. Por eso no hay otra manera de educar que conversar. Y no hay alfabetización sin conversación.

Conversar es volver a lo humano, a lo próximo, a sentir nuestro entorno y nuestros cuerpos en lo que, auténticamente, son.

Y alfabetizar es, justamente conversar. Porque si la alfabetización es signo de civilización, la nuestra solo podrá ser si desde la educación reemprendemos el largo camino hacia el descubrimiento de lo que auténticamente nos hace personas: el lenguaje.

José Manuel Pérez Tornero:  Catedrático de Periodismo de la Universidad Autónoma de Barcelona. Doctor en Ciencias de la Comunicación. Catedrático UNESCO en Media and Information Literacy y Quality Journalism (con especial incidencia en Europa, países árabes y América Latina). Co-director de la cátedra RTVE-UAB y miembro del Observatorio la para Innovación de Informativos en la sociedad de la información. Periodista (en prensa escrita, radio y televisión). Licenciado en Ciencias de la Información y en Filología Hispánica.

Director del Grupo de Investigación Scientific Research Group -Gabinete de Comunicación y Educación- y responsable del departamento de Cursos masivos online de la UAB. Director del Programa de Doctorado de Periodismo. Doctor Honoris Causa por la Universidad Aix Marseille. Premio Reina Sofía en Ciencias Sociales en materia de drogadicción. Forma parte del grupo de Expertos de la UNESCO y de la Comisión Europea en Alfabetización mediática. Asesor nombrado por la UNESCO en la Global Alliance Media and Information Literacy Partnerships. Miembro del consejo directivo de la red de Universidades de United Nations Alliance of Civilizations- UNESCO.

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.
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