«La educación tiene mucho más que ver con el compartir que con el consensuar.»

¿Queremos un proyecto educativo en el que, con el objetivo de que estemos todos de acuerdo, se tenga que renunciar a aspectos clave? ¿Las propuestas o consideraciones de los diferentes actores que conforman la comunidad educativa deben tener la misma influencia en el diseño del proyecto educativo?

¿No será más propio que sea el Centro Educativo el que proponga el proyecto al que se puedan adherir si lo ven oportuno y, sobre todo, si lo comparten, las familias y los estudiantes, y que, por supuesto, puedan ayudar a mejorarlo?

¿Por qué no dejar que cada miembro de la Comunidad Educativa desarrolle su papel?

Con esto no estoy diciendo que un proyecto educativo no tenga que considerar en su diseño a todos los que conforman la comunidad educativa. Al revés. Pero en este proyecto no debe ser prioritario en su elaboración la necesidad de llegar al consenso. Debe tener en cuenta a todos y ser capaz de integrar visiones, no, necesariamente, de llegar a acuerdos.

Creo que la educación tiene mucho más que ver con el compartir que con el consensuar. Compartir, a mi modo de ver, supone asumir como propio un proyecto educativo en el que no tiene porque ser necesario que se haya participado en su diseño.

El consenso nace de entender lo importante de la visión del otro y que ésta es tan valiosa como la mía, sin necesidad de que ambas visiones sean compatibles en la conformación de un proyecto.

Y por eso, se puede estar de acuerdo sin que por ello alcancemos un consenso. Porque no es necesario renunciar a elementos clave. Porque hay muchos modos de entender la educación que queremos.

Porque, quizás, lo fundamental, sea compartir una visión básica y sencilla, y desde ahí entender que puede haber muchos modos de educar, muchos proyectos educativos válidos y valiosos, muchas propuestas que no tienen por qué coincidir.

En una Comunidad Educativa, la clave es que todos entiendan y compartan el modo en el que se debe producir el hecho educativo: el encuentro entre el estudiante y el docente.

Los proyectos educativos, por tanto, deben favorecer ese encuentro, porque lo que cambia la vida de cada uno de nosotros, y así lo hemos vivido muchos, es el encuentro con un maestro o maestra que nos hizo entender, que nos enseñó a preguntarnos, que no consensuó conmigo lo que necesitaba o lo que merecía, si no que arriesgó y me mostró un modo de vivir su vida.

En cuanto a los valores no es tan importante que sean compartidos como que sean vividos. Que cada docente los haga suyos. Porque los valores no se comparten se contagian.

Y es verdad, que cuando éstos se entienden así, forman parte esencial de toda la actividad educativa.

Qué eficaz es la tarea educativa cuando en un Centro, se comparten los valores, y sobre todo, se viven en cada uno de sus miembros. De manera natural, formarán parte de todos los proyectos que se pongan en marcha y serán generadores de una propuesta bien definida a la que se podrán unir nuevos estudiantes o familias.

Y es así, como creo que la propuesta educativa se debe conformar. Porque hay muchos modos de entender la educación que cada uno queremos. Y, si la clave realmente es la educación, el consenso nace en el punto de partida, porque todos coincidimos en lo mismo: un modo de educar capaz de facilitar el encuentro educativo. Lo apasionante es que se puede alcanzar desde muchos modos diferentes.

Javier García Cañete: director del área de educación y del observatorio de tendencias de la Fundación Botín. Es miembro del Consejo Asesor de la Cátedra UNESCO de Política y Gestión Universitaria, miembro del Consejo Asesor de la Agencia de Calidad de las Universidades de Castilla y León, Patrono de la Fundación Europea Sociedad y Educación y Patrono de la Fundación APIC.