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La educación debe ser motor de un futuro incierto

#CalmarEdu nº8. La transformación educativa es un cambio cultural. El debate educativo es un debate social.

Una constante del debate educativo a lo largo de los años es la parcelación, en compartimentos estancos, de cada una de sus dimensiones. Así, el “cambio educativo” se refiere a uno u otro aspecto de la acción docente, pero no lo aborda en su conjunto.

El proceso educativo, sin embargo, no es modular, si no interdependiente, por lo que la revisión sólo de alguno de sus elementos puede llegar a resultar anecdótica.

Aún más lejos, actualmente la reflexión no cabe siquiera en el espacio educativo tradicional. Además de extenderlo a todas las variables del hecho educativo, el número de agentes llamados a participar también se amplía. Para construir un debate relevante hoy, es imprescindible la participación de todos los actores que forman parte de la nueva sociedad del aprendizaje, y que hasta ahora habían externalizado a la educación formal sus propias responsabilidades educativas.

Esto es, es necesaria la participación de TODOS.

El sector educativo debería, por otra parte, hacer un esfuerzo para recuperar su lugar en la sociedad, como institución experta en la gestión del aprendizaje, promoviendo un hondo cambio cultural sin el cual una transformación educativa de calado no será posible.

De ahí que debamos revisar cada una de las dimensiones que forman parte de este cambio, para así redefinir el propósito último de la educación como agente vertebrador de una nueva sociedad “que educa”.

El sistema educativo actual, como ya sabemos, fue diseñado para asegurar la universalización de la educación en el marco de la primera Revolución Industrial, y para servir a sus necesidades de mano de obra productiva. Los modelos a seguir en aquel momento eran los más eficientes: el ejército, la iglesia y las organizaciones industriales emergentes. Aquello dio lugar a la escuela tradicional: jerárquica, unidireccional, estanca y rígida, pero eficiente de acuerdo con aquel propósito.

Hoy, cuando estamos inmersos en la cuarta revolución industrial, la escuela parece seguir instalada en un modelo que, si servía antes, está agotado ahora.

Y sin embargo, vemos cómo se ha ampliado el escenario en el que se desenvuelve la educación. Hoy es mucho más grande por dos motivos: es más profundo, esto es, sabemos más sobre la educación y sus variables; y es más ancho porque la sociedad del aprendizaje, junto a la economía del talento, plantean nuevas oportunidades al sistema educativo.

Asimismo, se han incorporado nuevos actores al sistema. Agentes de la educación no formal e informal, start ups o grandes compañías son parte de un nuevo contexto cuyos contornos son cada día más líquidos.

La secuencia del proceso debe también revisarse ya que los compartimentos aislados en los que se ve dividido el sistema, ya no tienen sentido. La escuela, la universidad, la formación ejecutiva o la educación de “mayores” forman parte de un continuo que estructura nuestra sociedad y a cada uno de nosotros como individuos.

Finalmente, los sujetos llamados a aprender ya no son sólo los alumnos agrupados por “fecha de manufactura”, bien sea en la escuela o en la universidad, sino todos nosotros. La única competencia capaz de asegurarnos el éxito en el futuro será nuestra propia capacidad para aprender, desaprender y volver a aprender (Toffler).

Así es que, una vez hemos establecido los nuevos límites de la educación, en un contexto más amplio, y para todos los miembros de la sociedad, es hora de revisar los fines a los que sirve.

Si un día el papel de la escuela, y de la universidad, era la conservación, transmisión y creación del conocimiento ¿qué debemos hacer cuando el conocimiento ha desbordado los estrechos límites del aula? Una vez que las instituciones educativas ya no son propietarias del conocimiento, cuyo acceso se ha visto desintermediado por alumnos y la sociedad en su conjunto, al sistema educativo se le plantea el difícil reto de redefinir su rol.

En la adversidad, sin embargo, aparecen nuevas oportunidades. Es más, se ofrece la posibilidad de recuperar la razón misma por la que la educación formal fue creada.

Si la Revolución Industrial también “industrializó” el proceso educativo llegando a convertir a profesores en capataces y a alumnos en obreros de un sistema rígido y compartimentalizado, esta nueva revolución industrial le permite liberarse de una monótona secuencia, repetitiva y memorística, para poner de verdad al “sujeto que aprende” en el centro del proceso y crear junto a él itinerarios formativos personales y únicos, similares a las “experiencias de usuario” que proponen actualmente compañías de productos y servicios.

Por ello es necesario desterrar un curriculum diseñado con fines obsoletos y poner el acento en el desarrollo de las habilidades, y los valores, imprescindibles para el éxito personal y profesional en el s.XXI.

Como también es imprescindible hacer uso de las herramientas que han transformado la forma en la que nuestros alumnos se comunican, y aprenden, y que definen sus nuevos rasgos culturales. Hasta ahora, los nuevos recursos digitales solo sirvieron para suplementar el modelo tradicional, es hora de que las utilicemos para transformarlo. Porque será en este nuevo contexto en el que podrá emerger el rol del verdadero “maestro” quien, liberado de la rutina, ejercerá el papel de guía y entrenador de cada alumno promoviendo logros de desarrollo personal que contribuyan a la mejora de toda la comunidad.

Hoy ya no deberíamos distinguir entre procesos educativos presenciales y formatos online. Cualquier modelo contará con una capa digital que permitirá al alumno desarrollar al máximo su capacidad, a su ritmo y conforme a su estilo de aprendizaje. Los recursos a nuestro alcance, digitales o no, y los avances de disciplinas como la neurociencia, o el uso del big & small data, nos permiten desarrollar acciones formativas que hace años no hubiéramos siquiera soñado.

Un mundo más líquido ofrece además a cada alumno la posibilidad de hibridar el aprendizaje rompiendo la tradicional estructura de asignaturas y disciplinas, y le invita a aprender con nuevos agentes que enriquecen el proceso. Hacerlo además en entornos 24/ 7/ 365, y desde cualquier lugar, aseguran una experiencia que trasciende la educación formal e instala el concepto del auténtico lifelong learning.

La sociedad nos recuerda que la educación debe ser motor de un futuro incierto, mientras las empresas nos reclaman la capacitación para trabajos que todavía no existen. El sistema educativo, que siempre ha trabajado para educar en la certeza y la seguridad, debe hoy enfrentar el reto de la disrupción de su propio modelo. Y, como hemos visto, no podrá hacerlo solo.

La buena noticia es que, a diferencia de otros sectores, el futuro aparece mucho más prometedor. Insistir en un modelo que solo asegura la continuidad de sus propios actores es inaceptable respecto de los alumnos que en él se educan. Asumir, sin embargo, el desafío de la transformación, junto a la sociedad entera, nos embarca a todos en un viaje apasionante hacia las grandes oportunidades del milenio.

Nieves Segovia: Presidenta de la Institución Educativa SEK y la Universidad Camilo Jose Cela-UCJC. Educadora, experta en innovación educativa y empresaria española. Profesora, MBA (IE), y Doctora Honoris Causa en Pedagogía (UASD). Es en la actualidad consejera titular del Consejo Escolar del Estado y preside la Fundación Felipe Segovia y forma parte de los patronatos de la Fundación Europea Sociedad y Educación, de la Fundación Eduard Punset, y de la Fundación Transforma España. @SegoviaNieves 

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.

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