«El aprendizaje tiene mucho de proceso creativo, aunque lamentable se percibe como un proceso repetitivo.»
Me gustaría hacer una aproximación a la idea de aprender a aprender y la educación durante la vida, conectándolas con la creatividad. Para mi tienen mucho que ver. La creatividad, según Sidney Parnes, uno de pioneros en el estudio de esta materia, es definida como “la capacidad para encontrar relaciones entre ideas antes no relacionadas, y que se manifiestan en forma de nuevos esquemas, experiencias o productos”. Para el psicólogo Jean Piaget “el aprendizaje es un proceso mediante el cual, el sujeto, a través de la experiencia, la manipulación de objetos y la interacción con las personas, genera o construye conocimiento”. En ambos casos se trata de conectar lo que ya sabemos con los nuevos conocimientos. El aprendizaje tiene mucho de proceso creativo, aunque lamentable se percibe como un proceso repetitivo. Esta percepción del aprender como algo monótono hace que los/as alumnos/as, superada o abandonada su educación, entiendan que ya han terminado la etapa de aprender y comienza otra más estimulante que es la de trabajar. No se percibe ese componente estimulante y creativo del aprendizaje que motiva el aprender a aprender durante toda la vida.
El deseo de aprender, al igual que el de crear, para que se mantenga activo, se tiene que cultivar en casa y reforzar en la escuela. El papel de padres y madres resulta crucial. Al analizar las circunstancias vinculadas al riesgo de fracaso escolar, el nivel socioeducativo de los padres es revelador. Como apuntan Fernández Enguita, M., Mena, L. y Riviere, J., en su trabajo Fracaso y abandono escolar en España, el estatus socioeducativo de los padres incide en el riesgo de fracaso de sus hijos/as en los siguientes porcentajes: 20% padres universitarios, 42% padres con estudios primarios y 63% padres sin estudios. También apuntan que desde las familias, en función de su nivel de estudios, se incentiva o desincentiva el continuar aprendiendo. Como constatamos en los datos aportados, no solo es que los hijos de los progenitores que tienen menor nivel de estudios tengan más posibilidades de abandono escolar, sino que, además, les desincentivan en mayor medida a la hora de continuar con sus estudios.
Por lo tanto, la educación básica nos debe capacitar para aprender a aprender, pero lo que consolida el incentivo para seguir haciéndolo es que ese interés por el aprendizaje venga estimulado desde nuestra casa. Que nuestros padres nos eduquen con el ejemplo. Si hablamos de creatividad la influencia de la familia y del entorno es importantísima, tal y como afirma la doctora en Psicología Gabriella Krumm.
¿Pero qué pasa con aquellos padres que no han incorporado ese hábito ni esa pasión por el aprendizaje permanente? ¿No tienen más opciones para adquirirlas y transmitírselas a sus hijos? Los muros de la escuela nos bloquean el pensamiento, pero si pensamos, como decimos en creatividad, “fuera de la caja”, descubrimos que esa adquisición de hábitos, técnicas y pasión por aprender se puede dar en todos los contextos de la vida más allá de los colegios: en el trabajo, en las aficiones, la sociedad, la vida familiar y el mundo digital, entre otros.
Al igual que ocurre con la capacidad creativa, tenemos que entender que aprender a aprender supone parte de nuestro desarrollo personal/profesional y que es mucho más que una competencia regulada por la ley que debemos adquirir.