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AEA Voz Educación Abierta

Escolarizar el municipio

Para hacer frente a lo que ya no son novedades sino necesidades y hechos consumados, asentados en la vida diaria, considero que ha llegado el momento de derribar las paredes de la escuela, de abrirla de par en par y extenderla por todo el municipio, el barrio o el distrito, según la dimensión de cada lugar. Hemos de asumir que todos somos escuela, que todos desde nuestro sitio y dedicación tenemos obligaciones educativas para con los demás. Y eso hay que decirlo claramente desde las portavocías de quienes hablan a los ciudadanos. De aquí que insista en la necesidad de escolarizar el municipio, en dar protagonismo educativo y docente, incluyéndolos en el desarrollo del currículo escolar, a otros organismos locales, públicos y privados: casas de cultura, escuelas de música, polideportivos, fundaciones, asociaciones sin ánimos de lucro, escuelas de idiomas, talleres literarios, museos, centros de arte, parques y jardines botánicos, archivos municipales y diocesanos, bibliotecas públicas, escuelas de cine, espacios sanitarios, instituciones religiosas, dependencias municipales, escuelas de informática, obras sociales de bancos y cajas de ahorro…Lugares donde se realizan actividades extraescolares, inexistentes hasta mediados del siglo XX cuando las escuelas dejaron de ser los únicos centros donde recibir formación y educación regladas. Se trata de escolarizar lo extraescolar, integrarlo en una programación hecha conjuntamente por ayuntamientos, maestros, familias y centros disponibles, una especie de consejo escolar municipal para dar respuesta a las exigencias formativas que la ciudadanía necesita.

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A nadie se le escapa que se trata de una ardua tarea y que necesariamente debe propiciarse desde la acción política: “¡Con la Iglesia hemos topao, amigo Sancho!”, diría el ingenioso caballero andante. Ahí está el nudo gordiano para esta propuesta, que quizá sea utópica pero no descabellada. Como lo está para cualquier propuesta de reforma que vaya al fondo del sistema educativo y no a lo periférico, como viene sucediendo hace décadas. La notoria poquedad a que ha llegado la clase política, que de todo hay, para afrontar reformas educativas, viciados en el objetivo prioritario de “ganar elecciones”, se ha enzarzado en poner los unos lo que no pudieron colocar en los retoques comandados por los otros. Y así nos va. El miedo electoral que preside cualquier decisión política, provocar el desencanto del electorado, reducir privilegios consuetudinarios de individuos o colectivos por anacrónicos que sean, amordaza el acometimiento de empresas avanzadas contrarias a las rutinas y con la vista puesta en los nuevos mundos que poco a poco nos engullen. Faltan ideas, valor y, sobre todo, eso que llaman pedagogía política.

En cuanto a repartir responsabilidades y ocupaciones docentes en el municipio, no es ninguna novedad. El movimiento ilustrado, ente la imposibilidad de modernizar las enseñanzas en la instituciones del Reino fomentaron la creación de “cátedras” en centros al margen, en buena parte sostenidas por las Sociedades Económicas de Amigos del País, extendidas por toda España. Cátedras y enseñanzas que con el tiempo se fueron incorporando a las programaciones docentes de Institutos de Educación Secundaria y de las Facultades Universitarias, a partir de la ley Moyano. Ahora se trataría del proceso inverso: descongestionar, en esta caso la escuela, de tanta carga como se le ha ido acumulando, o dicho con más precisión acorde con la propuesta que vengo defendiendo: modificar la concepción de escuela, extendiéndola por las instituciones que puedan asumir enseñanzas y tareas educativas.

No obstante las dificultades obvias derivadas de la pereza política de nuestros gobernantes, la historia enseña que las decadencias suelen ser el caldo de cultivo para los renacimientos. Tiempos llegarán en que cesen las lamentables y convulsas noticias sobre comportamientos impropios de políticos, sindicalistas y patronos. Tiempos en que la regeneración que parece pretenderse sea realidad. Tiempos también en que el pueblo soberano, agente decisivo de los estados democráticos, anteponga el trabajo, los saberes y la honradez al “famoseo” sustentado en la ordinariez, la mediocridad y la ignorancia, prodigado en algunos medios de comunicación y con un desbordante eco social, síntoma de que algo está funcionando mal en el sistema educativo. Tiempos en que las aguas vuelvan a su cauce y podamos sentirnos más satisfechos y cómodos con nuestros gobernantes e instituciones porque se dediquen a su auténtico cometido: procurar la formación, la educación y el bienestar de todos.

 

Mientras tanto, habremos de ser nosotros, maestros y profesores, familias, colectivos, foros, fundaciones, la sociedad civil en general, defensores de la educación como bien común inalienable, quienes trabajemos en la búsqueda de orientaciones que validen el, ya anacrónico, sistema educativo para los irreversibles cambios que van perfilando el mundo moderno. Así lo hicieron otros – ilustrados, institucionistas, regeneracionistas – en los siglos XIX y XX propiciando el despertar y el progreso más sobresalientes de la historia de España.

 

Antonio Moreno González

Catedrático de Didáctica de las Ciencias Experimentales en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, en la condición de profesor emérito.

Miembro de la Asociación Educación Abierta.

 

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4 Comentarios

  1. Luz 30 noviembre, 2017

    Este artículo pone de manifiesto la realidad actual de la sociedad. Las personas aprendemos de todo lo que nos rodea y las experiencias que vivimos desde diferentes ámbitos nos ayudan a formarnos como seres humanos. Por ello no se debe menospreciar las distintas entidades que existen para el aprendizaje.

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