Educar en la dignidad de las personas

La defensa de los derechos y de la dignidad de todas las personas, sea cual sea su condición física, social, económica o cultural, es la garantía para el desarrollo de una sociedad basada en los valores de justicia, equidad y libertad. Un objetivo que no solo debe orientar la acción de los poderes públicos, sino también el comportamiento de los grupos sociales y de los individuos.

Esta declaración genérica de intenciones, fácilmente aceptada por la mayoría de los ciudadanos que viven en sociedades democráticas, se enfrenta con continuas tensiones e incluso violaciones. No hace falta ir muy lejos para observarlo. Cualquiera puede comprobarlo fácilmente en las informaciones de los medios de comunicación y en muchos de los comentarios que se realizan de forma anónima en las redes sociales.

¿Cómo puede la educación situar en el centro de su actividad el respeto, la estima y el cuidado de todos sus alumnos con la finalidad también de favorecer en ellos su compromiso con estos valores?

Para avanzar en este camino, las acciones de los poderes públicos, de los directivos escolares y de los docentes, cada uno en su nivel de responsabilidad, deberían articularse en torno a cuatro ejes de actuación: establecer las mejores condiciones para que todos los alumnos puedan aprender de acuerdo con sus posibilidades; compensar con programas, refuerzos o ayudas complementarias a aquellos alumnos con mayores dificultades de partida por sus condiciones personales, económicas o sociales; educar a los alumnos en los sentimientos morales, es decir, en la empatía y la compasión hacia los otros; y educar a los alumnos en el desarrollo de valores éticos y cívicos. Veamos brevemente cada uno de ellos.

1. Establecer las mejores condiciones para el aprendizaje de todos los alumnos

El acceso de los alumnos, de todos ellos, al aprendizaje y al conocimiento es el objetivo principal de la enseñanza y una de las piedras angulares del respeto a la dignidad de los alumnos. Sin suficiente conocimiento es difícil que los jóvenes y los adultos puedan ejercer sus derechos y participar con interés en las actividades sociales, culturales o políticas.

Para lograrlo, es necesario que existan las condiciones necesarias para sea posible el progreso de los alumnos. Aunque finalmente es el alumno quien debe comprometerse con su aprendizaje, es preciso que cada uno de los docentes, con el necesario apoyo de las administraciones educativas, intente asegurar las condiciones que lo facilitan. ¿Cómo? Diseñando y llevando a la práctica una enseñanza que facilite la participación activa de cada uno de sus alumnos, lo que en ocasiones exigirá procesos de adaptación y de atención específica a aquellos con más dificultades.

2. Compensar las desigualdades

Es preciso prestar especial atención a aquellos alumnos que tienen más dificultades para acceder a los bienes necesarios que permiten una vida digna. En el caso de la educación, esa atención debería conducir a incrementar los medios humanos y materiales para la enseñanza de los alumnos con mayores dificultades. Nos referimos, por tanto, a la equidad en la enseñanza.

“Para tratar a todas las personas de forma igualitaria, para proporcionar una genuina igualdad de oportunidades, la sociedad debe prestar más atención a los que tienen menos bienes naturales y a los que han nacido en posiciones menos favorables”. (J. Rawls. 1971. A theory of justice. Oxford: University Press. Pag. 17).

3.Favorecer el desarrollo social y emocional

El reconocimiento de la dignidad de la persona exige favorecer no sólo el conocimiento de los alumnos, sino también su desarrollo social y emocional. Para lograrlo es necesario facilitar la autoestima de los alumnos, sus habilidades sociales, la confianza en ellos mismos y los comportamientos positivos y solidarios hacia los demás. El bienestar de los alumnos se construye principalmente a través de los otros.

Ello exige que el sistema educativo, los centros docentes y los profesores estén atentos a esta dimensión y cuiden la convivencia en las escuelas, la gestión equilibrada de los conflictos, la participación de los alumnos y el diseño de actividades que favorezcan la inclusión de todos ellos en actividades compartidas.

4. Educar a los alumnos en valores y para la ciudadanía

La progresiva comprensión de la dignidad de todas las personas y de lo que implica en los comportamientos personales y sociales es también una dimensión necesaria en la actividad educativa.

Una enseñanza que no debe quedar limitada a una reflexión teórica, por importante que sea, sino que ha de impregnar el funcionamientos de los centros docentes y las actividades que ofrecen a sus alumnos. La educación en valores y para la ciudadanía debería tener su referencia principal en el funcionamiento del centro educativo: inclusivo, participativo, exigente con los derechos y los deberes de todos los alumnos, solidario y defensor de la diversidad.

La reflexión teórica y el ejemplo del buen funcionamiento del centro no agota las formas de educación en valores y para la ciudadanía. Cuando se facilita la participación de los alumnos en actividades comunitarias – un buen modelo es el enfoque de Aprendizaje y Servicio-, se está favoreciendo el aprendizaje de competencias y valores junto con la experiencia de enfrentarse a tareas de servicio a la comunidad.

Álvaro Marchesi es Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid (España). Asesor ejecutivo del Instituto de Evaluación y Asesoramiento Educativo (IDEA) dependiente de la Fundación Santa María.

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