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Educación para la conversación, conversación para la educación.

#CalmarEdu nº1. La educación es una conversación, esencialmente en persona y entre personas. La tecnología puede multiplicar las posibilidades de esa conversación.

“La memoria es la vida. Siempre reside en grupos de personas que viven y, por lo tanto, se halla en permanente evolución. Está sometida a la dialéctica del recuerdo y del olvido, ignorante de sus deformaciones sucesivas, abierta a todo tipo de uso y manipulación.”

Pierre Nora, Los lugares de la memoria, 1984.

«La hipercomunicación digital destruye el silencio que necesita el alma para reflexionar y para ser ella misma. Se percibe solo ruido, sin sentido ni coherencia. Todo ello impide la formación de un contrapoder que pudiera cuestionar el orden establecido y que adquiere así rasgos totalitarios».

Byung-Chul Han, El enjambre, 2014.

Educación para la conversación

“Educación es la palabra mágica”, parafraseando a María Zambrano. En ella confiamos más que en nada para la solución futura de los conflictos, cuando no para el advenimiento de las utopías. Siendo así no debemos olvidar que la magia nos muestra una realidad convincente pero mediada por la ocultación y la capacidad de distracción del mago. Lo que nos obliga a tener siempre presente que la educación no es una doctrina, sino una actividad abierta que afecta a toda la vida, y dependiente del resto de condicionantes sociales.

Para la mayoría de los adultos la educación es una conversación con el pasado. Una actividad a la que se mira desde la nostalgia. De esta manera, sus recuerdos y ambiciones se proyectan sobre el futuro de aquello que más quieren; sus hijos, y de aquello que más les afecta; el bienestar de la sociedad en la que viven.

La memoria de la educación se configura tanto desde la vivencia propia en el aula, como desde la ideología dominante, que ha visto en la educación el principal soporte del mito del progreso. En pocos ámbitos la memoria construye el presente con la fuerza que lo hace en la educación. En pocos ámbitos hay tantos afectados y hay puesta tanta ilusión. Todos hablamos de educación, todos miramos a la educación buscando respuestas a los problemas que nos superan, y aunque no nos demos cuenta, todos educamos, y todos necesitamos seguir educándonos para adaptarnos e incidir en un entorno cada vez más incierto.

La educación, o es un compromiso con el presente o es simulación. Un compromiso activo con la justicia y la igualdad. Una educación que promueva adaptarse y acompañar a los cambios radicales que estamos viviendo, siendo una tarea ya de por sí compleja, hoy ya no es suficiente. La transformación que demanda el sistema educativo es aquella que le permita formar a personas capaces y libres, y, especialmente, críticas con los cambios acelerados y aparentemente inevitables que está experimentando el mundo. El pensamiento se educa; para repetir, obedecer y responder, o para crear, cuestionar y preguntar.

Esta transformación es imposible que venga impuesta por unas instrucciones en formato de ley, por buenos que pudieran llegar a ser los legisladores, ni por un marco externo de macro evaluaciones e indicadores, las leyes de Campbell o Goodhart y su constatación en “No Child Left Behind, NCLB” lo hacen evidente. El cambio necesario sólo puede surgir de la práctica diaria en las escuelas, de la conversación pausada y reflexiva entre los profesionales y los afectados. El paradigma educativo emergente trasciende al cambio del curriculum afectando de manera esencial a la implicación entre sociedad y educación: “seamos capaces de hablar bajito para contagiar calma”. Es impensable una gran transformación política sin una gran demanda pública de lograr soluciones. Si la voz de los actores sociales de la educación está silenciada por intereses industriales, partidistas o corporativos, nunca se podrá escuchar la demanda pública de la transformación que demanda nuestras sociedad.

Lo que está en juego es demasiado importante como para que las política educativas sigan la luz cegadora de los intereses mercantiles (en una actividad que mueve más del 5% del PIB mundial), partidistas (“la política de la educación” según Lucas Gortazar), o corporativos. Llevamos décadas comprobando cómo las tecnologías, las normas o la financiación se muestran por sí solas incapaces para incidir y mejorar la vida real de los centros. Sin el empoderamiento de los profesionales y la implicación de los afectados nunca se alcanzarán los anhelos del “pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales” que proclama la Constitución española.

Es precisamente en la facilitación de la conversación en donde las políticas educativas adquieren su mayor sentido. Es a través de la conversación como la escuela puede y debe hacer su aportación al fortalecimiento de los valores cívicos y a la prosperidad de la comunidad.

Conversación para la educación

Reivindicar el aprendizaje como una conversación une la visión clásica de la mayéutica con los desafíos del mundo digital. Hace una década el Manifiesto Edupunk desde la Universidad de Buenos Aires (UBA) nos volvía a recordar que “las clases son conversaciones”.

La constatación de los riesgos de la digitalización ha hecho que se haya perdido la visión inicial inocente y entusiasta frente a las tecnologías de la información, acercándonos a lo que podemos llamar la “Era de la perplejidad”. Cuando menos podemos decir que el mundo educativo también está perplejo por el impacto de la tecnología en su entorno.

También en la educación hemos decidido que tenemos demasiadas cosas que hacer y demasiado deprisa para poder atender dónde está la verdad; los matices, los tonos, los gestos, los silencios. Cada vez angustia más esperar, cada vez inquieta más enfrentarse a lo complejo. La conversación requiere tiempo y espacio, dentro y fuera de la escuela.

Para los alumnos, los dispositivos digitales se han convertido en simuladores de la amistad con los que han eliminado las exigencias de las relaciones con los compañeros; no tienen que dar respuestas a los sentimientos de otros, ni integrarlos en su intimidad. Siempre acompañados y siempre solos.

En el patio de los centros constatamos cómo los jóvenes prefieren mandarse mensajes, la conexión a la conversación. Mientras la convivencia se deteriora, crece la inseguridad personal y se facilita la ignorancia de los sentimientos de los demás. Los alumnos están tan ocupados comunicándose que no tienen tiempo para pensar, y mucho menos para pensar en los demás. La tecnología no nos ofrece una educación emocional. Las personas sí. La escuela, debería.

“La conversación cara a cara es el acto más humano, y más humanizador que podemos realizar. Cuando estamos plenamente presentes ante otro, aprendemos a escuchar”, señala Sherry Turkle en En defensa de la conversación. Cada vez es más difícil que lo jóvenes hablen entre sí, que se comprendan.

En el centro educativo la conversación es mucho más que hablar de los detalles de una asignatura; es el modo de aprender a hacer preguntas y a dar respuestas significativas, es la manera de generar discursos propios y de aprender a interpretar la información que se recibe. En el aula tu pregunta se convierte en la pregunta del otro, así escuchas tanto a los demás como a ti mismo. La conversación permite acceder no sólo a más información, también a información diferente, su objetivo es no ir más rápido, sino más profundo de acuerdo con los intereses y capacidades de cada uno.

Recibimos diariamente muestras de la habilidad de los jóvenes para acceder a los datos, en la misma manera en que constatamos cómo esta habilidad tiene poco que ver con la capacidad de generar un discurso propio. Información no equivale a formación. Igualmente comprobamos como la atención sostenida, clave en el aprendizaje, es incompatible con la interrupción permanente propiciada por el ruido tecnológico. La concentración es una habilidad cada vez más distante de los “alumnos multitarea” que buscan la respuesta correcta de manera inmediata, ignorando el proceso que nos lleva a ella.

Por más seductora que sea la tecnología no puede silenciar la escuela, de ser así Internet amenaza con convertirse, lejos del “maestro ignorante”, en una máquina de crear ignorancia. Por eso es esencial recordar que el aprendizaje tiene lugar en el marco de una relación personal. Como señala George Steiner: “Enseñar con seriedad es poner las manos en lo que tiene de más vital un ser humano. Es buscar acceso a la carne viva, a lo más íntimo de la integridad de un niño o de un adulto… La mala enseñanza es, casi literalmente, asesina y, metafóricamente, un pecado.”

Reconocida la importancia la conversación, como sucede con el resto de los elementos esenciales de la educación, su reivindicación presenta una gran limitación para integrarse en las políticas educativas, que no es otra que su dificultad para ser aprehendida por las evaluaciones externas y en los “papers” académicos que las terminan prescribiendo.

Con demasiada frecuencia oímos voces interesadas que proclaman que el problema de la educación son los profesores. El ansia de los recortes, o del negocio, no nos puede hacer olvidar que un profesor en clase, más allá de los elementos emocionales, es un modelo insustituible de cómo tiene lugar el pensamiento. La participación convierte el aula en un espacio en donde conviven las ideas de amistad, colaboración y comunidad; enseña a los estudiantes que ninguna información debe separarse de la oportunidad de debatirse y cuestionarse en directo. Cuanto más jóvenes son los alumnos más necesitan relaciones que les enseñen reciprocidad, cariño y empatía de verdad, algo que sólo puede darles el maestro. La tarea más importante de la niñez y la juventud es aprender a relacionarse y a confiar en los demás. El aula es la escuela de la democracia.

No se trata de prohibir los dispositivos en la escuela, sino de no ignorar sus consecuencias no deseadas; se trata de enseñar a vivir con ellos de manera consciente. Ahora bien, únicamente si sabemos qué queremos de la educación podremos poner la tecnología a su servicio; si no, el mantra del aprendizaje adaptativo y la digitalización de las aulas nos llevará a una revisión de Escuela Lancasteriana, en donde su célebre disciplina sería sustituida por la bulimia digital.  

Sólo la conversación nos permite atender a valores esenciales de la educación como la tranquilidad, la espontaneidad, el interés por la opinión de aquellos con quienes no estamos de acuerdo, o la introspección y con ella la soledad necesaria para confiar en nuestra imaginación. Para ello, dentro y fuera del centro educativo, la atención se ha convertido en bien escaso y en disputa. A qué dedicamos la atención nos indica lo que queremos aprender, lo que realmente nos importa. Aprender a ver requiere tiempo, como lo requiere el reconocerse a uno mismo, construir una amistad y hacer bien las cosas también.

Fijemos la atención personal y social en la educación. Conversemos sobre la educación y en la educación. Calmemos la educación.

Alfonso González: Presidente de la Asociación Educación Abierta y Ex Director General de Evaluación y Cooperación Territorial del Ministerio de Educación Cultura y Deporte (MECD). Cuenta con más de 25 años de experiencia en la gestión en los ámbitos de la educación, la cultura, la tecnología y la innovación empresarial y social y 20 años de docencia en distintas universidades y escuelas de negocio y centros educativos. Ha desempeñado y desempeña puestos ejecutivos en la universidad y la administración, así como en fundaciones y organismos públicos y privados. Participa en órganos de gobierno y asesoramiento de institucionales públicas y privadas. Ha participado en la dirección de proyectos internacionales y representación de la administración española en diversas organizaciones internacionales, como UE, OCDE, OEI o UNESCO.

Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.
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2 Comentarios

  1. Alfonso Stinus 25 julio, 2018

    ¡ Y que la conversación no pare nunca! Un escrito precioso que debería hacer reflexionar a todo el mundo y buscar los caminos para esta «Educación en calma».
    Un abrazo

    Responder
  2. Vermislab 17 agosto, 2018

    Guau, súper interesante este artículo, así como el punto de vista propuesto. Muchas gracias, de parte de otro apasionado por el mundo educativo y sus innovaciones (;

    Responder

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