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El mundo de hoy requiere más que nunca de ciudadanos críticos

#CalmarEdu nº44. Los alumnos deben hacer preguntas, buscar nuevos problemas y recibir espacio y tiempo para desarrollar su pensamiento crítico. Una competencia clave como “aprender a aprender” debe potenciarse dentro del tiempo escolar.

“Deberíamos enseñar a nuestros estudiantes cómo pensar; por el contrario, estamos principalmente enseñándoles qué pensar.” Jack Lockhead y John Clement, 1985.

Antes de comenzar, conviene establecer una definición que nos resulte válida a todos sobre qué es el pensamiento crítico. De todos los autores, propongo quedarnos con ésta de Stephen D. Schafersman (1991):

“Pensamiento crítico significa pensar correctamente en la búsqueda de conocimiento relevante y confiable acerca del mundo. Otra manera de describirlo es pensar con destreza, razonable, reflexiva y responsablemente, enfocándose en tomar una decisión respecto a qué creer o hacer.”

Partiendo de la definición, vemos que el pensamiento crítico permite al ser humano comprender su entorno, interactuar con él y tomar decisiones, y no de cualquier manera. De allí un componente interesante del concepto, brindado por los adverbios que definen esta manera de pensar: ‘correctamente’, ‘con destreza’, ‘reflexiva y responsablemente’, utilizando el raciocinio…  Significa que el pensamiento crítico incide en el cómo vivimos sobre el planeta, cómo impactamos en él y en los seres que nos rodean, cómo interpretamos hechos, mensajes y situaciones y cómo nos posicionamos ante ellos. El pensamiento crítico supone entonces, desarrollarnos como ciudadanos íntegros, que podrán abordar situaciones, problemas y retos de manera integral, no con cualquier información, no sin antes razonar acerca de las distintas vías posibles, y de las consecuencias de cada una, y siendo verdaderamente responsables.

Otra componente que considero interesante sobre el pensamiento crítico, es la búsqueda de conocimiento relevante y confiable acerca del mundo. Una vez el ser humano logró satisfacer sus necesidades básicas, el pensamiento crítico ha sido el motor de los mayores descubrimientos científicos y tecnológicos que utilizamos hoy en día. Pero también ha sido el centro de una disciplina tan elevada y necesaria para la existencia humana, como es la filosofía. El ser humano en definitiva, siempre ha estado en continua búsqueda de respuestas relevantes y fiables a sus preguntas, que le permitan comprender mejor el mundo, desde un átomo, hasta el cosmos.

Pensamiento crítico y el sistema educativo: motivos

Si consideramos que la escuela es la institución que nuestra sociedad establece para el aprendizaje de conocimientos, habilidades y actitudes, resulta vital ir mucho más allá de propiciar “espacio y tiempo para desarrollar el pensamiento crítico”. El pensamiento crítico es una forma de pensamiento de orden superior; no se nace con ella, sino que se debe APRENDER. Como constatan Charlotte Blease (2017) y Schafersman, es una habilidad que debe entrenarse, que se adquiere mediante la técnica. La pedagogía basada en ejercitarla, es por tanto, necesariamente labor del sistema educativo.

Asimismo, basándonos en el principio de la igualdad de oportunidades, debemos asegurar que se realice desde tempranas edades en la escuela, a fin de que todo alumno desde niño, pueda acceder a ello.

Por otro lado, en la actualidad seguimos -en términos generales- con modelos de sistemas educativos diseñados para un mundo con otras necesidades, propio de la era industrial. Robert Swartz, fundador del Center for Teaching Thought, cita estudios que afirman que entre un 92% y un 95% de lo que se aprende en la escuela de hoy no afecta a la vida de los estudiantes una vez la terminan. La cifra puede resultar un tanto exagerada, sin embargo el concepto está allí, es ineludible. El mundo actual en el que internet y lo digital han transformado las relaciones personales y profesionales, el concepto del tiempo y del espacio, pareciera relevante enfocarse en cómo aprenden nuestros alumnos, en que la curiosidad y el cuestionamiento sean motores del aprendizaje. Es una habilidad que difícilmente tiene fecha de caducidad, será necesario siempre para la humanidad. Como expresa la Dra. Blease, en el futuro cercano, necesitaremos las habilidades y la confianza para plantearnos preguntas y responder ante cuestiones “no-Googleables”; “como sociedad necesitamos estar filosóficamente más comprometidos.”

Si no se desarrolla el pensamiento crítico en la escuela, quedan pocos espacios alternativos: el tiempo de calidad en familia se ha visto drásticamente menguado. El resto del día se dedica a transportarse entre el hogar, centro educativo y actividades extraescolares, así como el tiempo dedicado por los jóvenes ante una pantalla (TV, Youtube, redes sociales y los videojuegos) ha incrementado significativamente: más de 9 horas diarias de media al día en jóvenes a partir de 11 años en EEUU; y en España, según el informe de PISA de 2015, casi una cuarta parte de los adolescentes dedican más tiempo a internet que al instituto (6 horas de media diaria).

Los niños y jóvenes de hoy

El niño, el joven, toma decisiones en función del mundo que le entra por los ojos, suele ser seducido por todo lo positivo de un anuncio publicitario (R. Swartz, 2018), o por la azañas de un youtuber o la vida de una influencer, sin ver los aspectos negativos de ninguno de ellos. Reacciona en cuestión de segundos ante comentarios, vídeos, mensajes y fotos que recibe vía Snapchat, Instagram u otra red social. Lo relevante es la inmediatez, lo positivo, y lo que se lleve o se haga por todos. Esto les conduce por un lado, a acciones y decisiones en muchos casos erróneas, regidas por terceros, por el exterior; y por el otro, a no detenerse a pensar, a profundizar, a identificar emociones, o las causas de los hechos, a comprobar la veracidad de la información que recibe. El entorno resulta poco favorable para el desarrollo del pensamiento crítico, y por ende, hacerles más influenciables.

Asimismo, al investigar sobre un tema concreto, la información es fácilmente accesible y en grandes volúmenes, y de calidad muy variable. Una búsqueda en Google devuelve infinidad de entradas de texto, imágenes y vídeos, de infinidad de fuentes. Lo más fácil e inmediato es quedarse con lo primero que les capte la atención, sin comparar informaciones, filtrar las fuentes ni verificar la validez de las mismas. Resulta necesario dedicar un esfuerzo superior en la búsqueda, priorización y selección de la información. A eso le añadimos la facilidad que tienen para copiar los datos encontrados, sin hacer un esfuerzo por leer, interpretar, asociar y redactar por su cuenta.

Tenemos por lo tanto, un reto, y es el lograr que los enormes beneficios de internet (hemos ganado en transparencia y rendición de cuentas, en el a acceso a la información y al conocimiento; acercar personas queridas a kilómetros de distancia,…) sean bien utilizados por nuestros jóvenes, en lugar de caer en abuso, adicción, superficialidad y en definitiva, actuar como la manada, sin pensar, como borregos.

El mundo de hoy requiere más que nunca de ciudadanos críticos.

Pensamiento crítico y el sistema educativo: vías para trabajarlo

“El primer precepto fue nunca aceptar algo como verdadero hasta que se conociera lo que era sin ninguna duda.”  René Descartes

No pretendo ser exhaustiva, más que proponer algunas vías que considero de interés:

– De manera transversal: no encuentro asignatura o área en la que no haya cabida para desarrollar el pensamiento crítico. Todas nos lo permiten, si bien algunas es más evidente. En Historia, por ejemplo, centrémonos en entender los hechos ocurridos, qué los motivó y sus consecuencias, más que en memorizar las fechas, lugares y nombres de dichos hechos. En las ciencias, trabajemos el método científico: dudar, plantear hipótesis, experimentar, comprobar, corregir, demostrar. Utilicemos el pensamiento de las partes y comparemos con el método sistémico. En Lengua aprendamos a investigar y repartamos distintos roles, para posteriormente debatir en público, argumentando razonadamente…

– Mediante asignaturas que trabajan de manera específica el pensamiento crítico, como es la Filosofía y luego la Ética. De allí la importancia de retomar el debate para asegurar su presencia en el currículo y definir cómo queremos que se aprenda filosofía en los centros educativos y en la universidad.

Para trabajar el pensamiento crítico de manera transversal, existen metodologías y programas que permiten desarrollarlo de manera específica. Quiero resaltar algunos:

– Aprendizaje basado en el pensamiento, que brinda herramientas y técnicas específicas con un potencial claro. En España el Prof. R. Swartz de Massachussets lleva la última década trabajando con muchos centros educativos españoles en técnicas de rutinas de pensamiento, entre otras, con creciente interés por parte de la comunidad educativa en general.

– Pensamiento de diseño o design thinking: siendo una técnica originalmente diseñada para el mundo empresarial, su adaptación para el aula desde etapas iniciales tiene unos resultados fascinantes. En Fundación Créate lo trabajamos desde 2011 con docentes y los expertos en ese momento en España, h2i y Designit. Año tras año nos maravillamos profesores, familias y voluntarios, con el proceso de extrañarse y cuestionarse su entorno, y la capacidad de generar ideas y diseñar soluciones a problemas identificados por ellos mismos.   

– Inquiry based learning, el método basado en aprender guiado por el planteamiento de preguntas y el cuestionamiento. Un referente interesante en esta área es la organización Mills Teachers Schools, de California, dedicada a la formación de profesores. Los profesores se capacitan basándose ellos mismos en grandes preguntas que vertebran su proceso formativo.

– Aprendizaje basado en la experiencia. El aprender experimentando, dejando a los alumnos aplicar su conocimiento a la hora de encontrarse con un problema o reto, y luego sacar conclusiones sobre el pensamiento generado a lo largo del proceso. Aquí destacar el interés que tiene la asunción de riesgos, el potenciar la iniciativa para posteriormente aprender de la experiencia. El aprendizaje deja de ser lineal, se itera y con cada iteración, se construye el conocimiento.

Sentido del humor como recurso pedagógico: ejemplos del SH en el aula son más escasos, sin embargo es indudable la fuerza de este recurso para abrir un pensamiento reflexivo y múltiples miradas sobre un tema. ¿Quién pone en duda a Oscar Wilde para despertar el pensamiento crítico, respecto a aspectos esenciales del ser humano y de los cánones establecidos por la sociedad?

En definitiva, el pensamiento crítico forma parte de esas funciones cognitivas de orden superior, programémoslo adecuadamente para desarrollarlo a lo largo de toda la vida escolar y universitaria de nuestros niños y jóvenes.  

Isabel Navarro: Ingeniero Superior Industrial de la Universidad Simón Bolívar, con Executive MBA de ESADE Business School. Ha realizado estancias de estudios en la Universidad de Karlsruhe en Alemania y en la Université de Technologie de Compiègne en Francia. Desde 2001 ha trabajado en diversas organizaciones, en torno a procesos de innovación y desarrollo de proyectos de ámbitos muy distintos: social y educativo, consultoría y tecnología en CANTV, ENDESA y Alma Consulting Group, entre otras. En 2011 junto con un grupo de personas e instituciones, constituyó Fundación Créate, organización sin ánimo de lucro que co-dirige desde entonces. Es miembro de la Asociación Educación Abierta. 
 
Aquí puedes leer las 101 propuestas y otros artículos como este. Este artículo forma parte de la reflexión conjunta del proceso Calmar la Educación. Seguiremos publicando otras opiniones de personas relevantes del mundo educativo. Queremos generar un espacio de debate plural y abierto a todas las personas interesadas en la transformación educativa.
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